Sunday, September 26, 2010

EL DINERO: MALDICIÓN Y BENDICIÓN

EL DINERO: MALDICIÓN Y BENDICIÓN


Domingo XXVI - Ciclo “C” / 26 de Setiembre de 2010.


Jesús propuso esta parábola: Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y comía regiamente todos los días. Había también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico. Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abrahán. También murió el rico, y lo sepultaron. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro con él en su regazo. Entonces gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas." Abrahán le respondió: "Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y tú, en cambio, tormentos”. El otro replicó: "Entonces te ruego, padre Abrahán, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, a mis cinco hermanos: que vaya a darles su testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento." Abrahán le replicó: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán." Lucas 16,19-31.

Jesús le da un nombre al pobre, mas no al rico. Al revés de lo que pasa en este mundo: los ricos tienen nombre y renombre; los pobres no tienen nombre ni voz. Pero Lázaro, al morir, encuentra amigos y felicidad eterna.

¡Cuántos ricos de hoy y de siempre ignoran a Lázaro e ignoran lo que les espera después de la muerte! Los ricos que viven de espaldas al prójimo necesitado, también viven de espaldas a Dios, idolatrando el dinero, el placer y el poder, pero van hacia el fracaso total de su vida.

En el mundo hay muchas formas de pobreza y mucha hambre, pero no sólo de pan, sino de justicia, de verdad, paz, cultura, salud, amor, fe, esperanza, respeto, dignidad, perdón, compasión, comprensión, sonrisa... Y a todos nos es posible remediar alguna de esas formas de pobreza, así como todos podemos ser cómplices de diversas formas de pobreza y de hambre. Vale la pena pensarlo. Nos jugamos el paraíso.

Jesús es muy duro con los ricos, y no porque quiera condenarlos, sino para que huyan de la ruina eterna, perdiendo en el momento menos pensado todo cuanto tienen, y excluyéndose de la felicidad sin fin.

Quienes tienen cuentas astronómicas en bancos nacionales y extranjeros, dejando a millones de Lázaros en la desocupación, en el hambre –ésta usada incluso como arma por el poder-, suprimirían a quien intentara señalarles su error, y no harían caso aunque les hablara un muerto resucitado.

El dinero mal ganado y disfrutado con egoísmo, es una gran maldición; mientras que el dinero empleado para ayudar, crear puestos de trabajo, promover la salud, la educación, la evangelización, aliviar a los necesitados..., se vuelve una gran bendición para quien así lo usa y para los socorridos.

Lázaro, en la aceptación esperanzada del sufrimiento y de la muerte, gana la vida eterna, por haber recurrido a Dios. El rico epulón, que idolatró sus riquezas poniéndolas en lugar de Dios y del prójimo, terminó en la máxima pobreza y desgracia. Escarmentemos en cabeza ajena para no perdernos.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, September 19, 2010

LO QUE NO SE COMPRA CON DINERO

LO QUE NO SE COMPRA CON DINERO

Domingo XXV - Ciclo “C” / 19 de Setiembre de 2010.

Dijo Jesús a sus discípulos: El que es digno de confianza en cosas de poca importancia, será digno de confianza también en las importantes; y el que no es honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas grandes. Por lo tanto, si ustedes no son dignos de confianza en manejar el sucio dinero, ¿quién les va a confiar los bienes verdaderos? Y si no se han mostrado dignos de confianza con cosas ajenas, ¿quién les confiará los bienes que son realmente suyos? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque necesariamente rechazará a uno y amará al otro, o bien será fiel a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. (Lucas 16,10-13).

Los bienes materiales: dinero, posesiones, carrera, salud, puesto de trabajo, cualidades y capacidades, son bienes mínimos frente a los bienes eternos. Los bienes temporales valen cuanto vale el amor con que se administran y se comparten, pues sólo así se gozarán eternamente, multiplicados al infinito.

Se dice que con dinero se puede comprar todo. ¡Pues no es cierto! Con dinero se puede comprar una casa, pero no el calor de un hogar; un placer, pero no el amor; una compañía, pero no una amistad; un libro, pero no la sabiduría; una droga, pero no la paz; la comida, pero no la vida; un reloj, pero no el tiempo; una golosina, pero no el aire que respiramos; una luz, pero no el sol; un crucifijo, pero no la fe; una tumba en el cementerio, pero no un puesto en el cielo; un amuleto o un ídolo, pero no al Dios verdadero.

Los más grandes bienes y la verdadera felicidad no se compran con dinero. Pero Dios nos regala cada día eso que no podemos comprar, sin olvidar que olvidando que agradecer y compartir es la mejor manera de que Dios nos los multiplique y conserve, nos dé el ciento por uno en esta vida y luego la vida eterna.

San Juan Bosco decía: “Quien nada en la abundancia, pronto se olvida de Dios”. Es un hipócrita el rico que se cree religioso porque se inclina ante Dios, pero no se inclina ni abre el corazón ante el sufrimiento de los hijos de Dios y hermanos suyos.

“Quien tiene mucho, es rico; quien necesita poco, es más rico; quien comparte todo, es el más rico”. Nacimos para compartir, para ser felices haciendo felices a los demás, compartiendo con ellos incluso sus sufrimientos y los nuestros.

La felicidad que se pretende encontrar en el lujo y en la abundancia, sólo se consigue en el compartir. Se perderá todo lo que se haya disfrutado con egoísmo excluyente

Que Dios nos conceda la bendición de saber si estamos sirviéndolo a El o al dinero, y nos conceda la valentía de servirle a él, poniendo el dinero al servicio del bien, de la vida y de la felicidad ajena, para así conquistar la felicidad temporal y eterna.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, September 12, 2010

Padre, pequé contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.

Padre, pequé contra Dios y contra ti;
 
ya no merezco llamarme hijo tuyo.

Domingo XXIV - Ciclo “C” / 12 de Setiembre de 2010.

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: Ése acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al Regar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido. " Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido. " Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. También les dijo: Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. " Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestido; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Lucas 15, 1-32.

Ésta es sin duda una de las páginas más bellas y consoladoras de la Biblia, que refleja el inmenso amor y misericordia de Dios hacia el hombre pecador. Amor plasmado en el perdón sin límites y sin más condiciones que la de reconocer el pecado y volverse hacia Dios pi-diéndole perdón sincera-mente, convencidos de que ya no merecemos llamarnos hijos suyos.

En esta parábola se pone de manifiesto las diferentes actitudes del padre y del hijo: el padre sólo piensa en el bien del hijo, y el hijo sólo piensa en sí mismo. El padre ama tanto que acepta el riesgo de la libertad del hijo, porque sabe que sin libertad no hay amor verdadero; y acepta además el riesgo de que el hijo convierta su libertad en libertinaje y destruya su vida.

Hemos de reconocer que en todos nosotros hay un hijo pródigo egoísta, que abandona fácilmente a su verdadero Padre Dios, para malgastar con abuso los bienes que nos ha dado: vida, salud, tiempo, inteligencia, libertad, capacidad de amar, cuerpo, bienes, naturaleza...

Dios no reacciona ante la ofensa con desprecio, enojo, venganza, desconfianza, condena, enemistad… Dios reacciona con amor, con misericordia y perdón. Sólo un Dios omnipotente e infinitamente misericordioso puede obrar así.

Sin embargo, quien no reconoce su pecado ni lo detesta, se hace incapaz de recibir el perdón. Como se hace incapaz de perdón quien no perdona las ofensas recibidas de su prójimo. “Si ustedes no perdonan, tampoco serán perdonados”.

El padre del hijo pródigo exulta de gozo al ver recuperar a su hijo vivo, y organiza una gran fiesta. Así se goza Dios cuando un pecador, hijo suyo, vuelve a él arrepentido. Jesús mismo lo declara: “Hay más fiesta en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve que no necesitan conversión”.

Dios nos ama tanto por ser verdaderos hijos suyos, que le duele inmensamente que no regresemos a él, nos perdamos y lo perdamos para siempre. Alegremos el corazón de Dios nuestro Padre y démosle motivos de fiesta, cuando le hemos dado motivo de tristeza con el pecado, que es volverle la espalda y abandonarlo.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, September 05, 2010

HACIENDO CÁLCULOS

HACIENDO CÁLCULOS

Domingo XXIII - Ciclo “C” / 5 de Setiembre de 2010.

Caminaba con Jesús un gran gentío. Se volvió hacia ellos y les dijo: Si alguno quiere venir a mí y no se desprende de su padre y madre, de su mujer e hijos, de sus hermanos y hermanas, e incluso de su propia persona, no puede ser discípulo mío. El que no carga con su propia cruz para seguirme luego, no puede ser discípulo mío. Cuando uno de ustedes quiere construir una casa en el campo, ¿no comienza por sentarse y hacer las cuentas, para calcular si tiene para terminarla? Porque si pone los cimientos y después no puede acabar la obra, todos los que lo vean se burlarán de él, diciendo: ¡Ese hombre comenzó a edificar y no fue capaz de terminar! (Lucas 14, 25-33).

Mucha gente va con Jesús, pero no todos lo siguen; no todos asumen su forma de vivir, de pensar, de amar y actuar, aunque lo aprueben teóricamente. Muchos admiran sus milagros, su vida y su enseñanza…, pero no aceptan sus exigencias, porque prefieren una vida cómoda y una religión de apariencias, que no salva.

Jesús no quiere que nos equivoquemos con la ilusión de conseguir la felicidad en el tiempo y en la eternidad por un camino que lleva a la infelicidad final.

Cristo es el único que puede salvarnos del sufrimiento y de la muerte para darnos la felicidad eterna que tanto ansiamos desde lo más profundo de nuestro ser.

No hay esperanzas por encima de él, y no podemos suplantarlo en la vida por bienes o personas que él mismo nos ha dado y nos conserva, pero que son infinitamente inferiores a él, y no pueden darnos nada que no venga de él.

Preferirlo a todas las cosas y a la misma familia, es la máxima sabiduría y conquista. Porque es la única manera de amar de verdad a la familia, a nosotros mismos y las cosas. Sólo poniendo a Jesús por encima de todo y de todos, gozaremos en esta vida con profundidad todo lo que nos dio, da y dará, y nos devolverá todo en la fiesta eterna, donde nos está preparando un puesto, que no podemos perdernos. Seríamos pésimos calculadores.

Cargar la cruz tras él consiste en asociar a la suya las cruces inevitables que exige la vida honrada y cristiana, como condición esencial para colaborar con él en la salvación de los demás, y así lograr la resurrección y la gloria eterna.

Por otra parte, cargar las cruces unidos a él es la única forma de que nos resulten más livianas y soportables, como él mismo promete: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”. “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. Pues él mismo nos ayuda a llevarla con esperanza de vida y felicidad.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Monday, August 30, 2010

Santa Rosa de Lima

Santa Rosa de Lima


Santa Rosa de Lima. 30 de Agosto de 2010.


Lucas 4: 16 - 30

Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?» El les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.» Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.» «Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.» Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

I Corintios 2: 1 - 5.

Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.

Es la primera Santa de Latinoamérica. Nace en Lima (Perú) el 20 de abril del 1586. Es la décima de trece hijos de una noble familia venida de España. Su padres la bautizan con el nombre de Isabel. Pero su niñera, la india Mariana, impresionada por su belleza, exclama: “¡Eres bella, eres rosa!” Y con el nombre de Rosa se quedó.

Recibe la Confirmación de manos del arzobispo de Lima, el español santo Toribio de Mogrovejo, y añade a su nombre “de Santa María”. Es contemporánea y vecina de san Martín de Porres. Cultivó una grande amor hacia la Virgen, la cual le concedió la alegría de estrechar entre sus brazos al Niño Jesús.

Su hacendada familia sufre un revés financiero y sobreviene la pobreza. Rosa apoya con su trabajo, en especial de recamo y cultivando la huerta. Desea la vida claustral, pero el Señor le da a conocer su voluntad de que permanezca en la familia llevando una vida penitente y de oración continua en la sencillez de la vida laical.

Toma por modelo a santa Catalina, y se inscribe, como ella, en la Tercera Orden dominicana. Manda construir una celdita en el huerto para orar y contemplar a solas. Desde allí presencia misas que se celebran en varias iglesias de la ciudad.

Prepara la mejor sala de su casa señorial para acoger a enfermos desahuciados de los hospitales, los atiende, y Jesús Niño, cuya estatua sigue en la misma sala, se los cura milagrosamente. Por eso le llamaba “el Doctorcito”.

Ante el peligro de que Lima fuera arrasada por los piratas, se echa al suelo de la Capilla del Rosario, suplicando a la Virgen que libre del desastre a la ciudad, y el caudillo pirata retira sus huestes enfermo de malaria.

Tiene visiones místicas, bilocación, hace milagros... Comparte los sufrimientos de los indios marginados y maltratados. Y soporta durante 15 años el sufrimiento de la “noche oscura”.

Un día Jesús le dijo: “¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación! Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia”. Y ella expresaba así su experiencia: “¡Oh si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias!”

En el 1614 la obligan a retirarse a la vivienda de la noble señora María Ezategui, donde, con 31 años, se apaga su virginal cuerpo diciendo: “Éste es el día de mis bodas eternas”. Era el 24 de agosto del 1617.

Es Patrona de las Américas, de las Filipinas y de las Indias occidentales. Es patorna también de los jardineros y de los floristas, y se invoca su intercesión en caso de erupciones volcánicas, de heridas y de litigios familiares.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, August 29, 2010

LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS.

LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS.

Domingo XXII - Ciclo “C” / 29 de Agosto de 2010.


Un sábado Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y estos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros puestos, les dijo esta parábola: "Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: “Déjale el lugar a este”, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate a la cabeza de mesa”. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado, y el que se humilla, será engrandecido. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no pueden pagarte; pero se te pagará cuando resucites con los justos". (Lucas 14, 1. 7-14)

Jesús, entrando a la sala del banquete, al ver cómo los invitados corrían a los primeros puestos, aprovechó la escena para darles una lección a ellos y a nosotros.

Jesús nos coloca en la perspectiva del banquete eterno del reino en la casa del Padre; banquete que él presidirá y al que todos estamos invitados, pero donde los primeros puestos serán ocupados por quienes aquí fueron los últimos: los sencillos, marginados, hambrientos, perseguidos, víctimas de todos los vicios ajenos... ¡Ojálá nos encontremos entonces entre ellos!

La no infrecuente y vergonzosa lucha por escalar los primeros puestos en la Iglesia, está en abierta contradicción con el reino de Jesús, con su banquete celestial, donde los primeros serán los últimos y los últimos primeros; y de donde serán excluidos los que excluyeron a otros .

También podemos aplicar la anécdota al banquete eucarístico, donde Jesús mismo se da como alimento a sus humildes seguidores. Y donde no hace falta pelear por lo primeros puestos, pues son muy pocos los que comulgan y donde Jesús se hace “primer puesto” para todos.

El Cuerpo de Cristo recibido con fe y amor en la Eucaristía, es garantía del banquete eterno, si en la comunión se acoge a la persona viva del Resucitado, se comparte su misión salvadora y se vive en comunión con el prójimo. “Quien come mi carne, tendrá vida eterna”.

No se puede pretende tener más derecho a la salvación que los otros, esperando que en el reino de los cielos se repitan los privilegios sociales, y eclesiales de este mundo.

Los humildes y sencillos son los únicos que saben ocupar su lugar de criaturas ante Dios, ante los demás y en la creación, pues reconocen que todo lo que son, tienen, aman, gozan y esperan es don gratuito del amor del Padre, y no derecho por méritos propios. Ellos gozan experimentando que hay mayor felicidad en dar que en recibir.

En toda profesión y estado de vida hay grandes espacios y posibilidades para compartir lo que se es y lo que se tiene, y para vivir el trabajo como servicio, además de ser medio de vida. Así se puede gozar ya un anticipo del reino de los cielos, emprendiendo felices iniciativas en vista de las cuales Dios nos abrirá las puertas del banquete eterno.

Comer con Jesús es un gran privilegio; alimentarse de Jesús en la Eucaristía, es un gran milagro de vida eterna; convidar a Jesús en la persona de los pobres, es la condición necesaria para compartir con ellos el banquete eterno, éxito total de nuestra existencia terrena.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, August 22, 2010

Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.

Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.


Domingo XXI - Ciclo “C” / 22 de Agosto de 2010.


Lucas 13: 22 - 30

Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? El les dijo: Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois." Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"; y os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!" Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.

Isaías 66: 18 - 21.

Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria. Pondré en ellos señal y enviaré de ellos algunos escapados a las naciones: a Tarsis, Put y Lud, Mések, Ros, Túbal, Yaván; a las islas remotas que no oyeron mi fama ni vieron mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria a las naciones. Y traerán a todos vuestros hermanos de todas las naciones como oblación a Yahveh - en caballos, carros, literas, mulos y dromaderios - a mi monte santo de Jerusalén - dice Yahveh - como traen los hijos de Israel la oblación en recipiente limpio a la Casa de Yahveh. Y también de entre ellos tomaré para sacerdotes y levitas - dice Yahveh.

Hebreos 12: 5 - 7, 11 - 13

Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirije: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, levantad las manos caídas y las rodillas entumecidas y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure