Sunday, January 27, 2008


PESCADORES DE HOMBRES


Domingo 3° T.O.-A / 27-01-2008


Cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. No se quedó en Nazaret, sino que fue a vivir a Cafarnaún, a orillas del lago, en la frontera entre Zabulón y Neftalí. Desde entonces Jesús empezó a proclamar este mensaje: "Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está ahora cerca." Mientras Jesús caminaba a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al mar. Jesús los llamó: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres." Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, hijo de Zebedeo, con su hermano Juan; estaban con su padre en la barca arreglando las redes. Jesús los llamó, y en seguida ellos dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Jesús empezó a recorrer toda la Galilea; enseñaba en las sinagogas de los judíos, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba en el pueblo todas las dolencias y enfermedades. (Mateo 4,12-23)

Jesús, al ver que Herodes había encarcelado a Juan, se aleja del tirano retirándose a tierras de Galilea. Y allí, en tierra de paganos, empieza su misión y reúne a los primeros discípulos. Las persecuciones serán muchas veces, en el futuro del cristianismo, causa de desplazamiento de los evangelizadores a otras tierras, que así reciben el evangelio de la salvación. Huyen del peligro, pero cumplen su misión en los lugares a donde llegan.


En tiempos de Jesús había maestros de la ley que tenían sus discípulos. Y Jesús también crea en torno a sí un grupo de discípulos.


Pero los discípulos judíos elegían ellos a su maestro, estaban en su escuela por un tiempo, y luego lo dejaban; mientras que los discípulos de Cristo fueron elegidos por el mismo Maestro con llamada directa: “Ven y sígueme”, “Vengan y verán”, “Vénganse conmigo y los haré pescadores de hombres”. Jesús “reunió a los Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Marcos 3, 14), y con él corren los mismos riesgos y sufrimientos, para compartir también con él su destino: la resurrección y la gloria eterna. Y él estará con ellos “todos los días hasta el fin del mundo”.


Los cristianos verdaderos (discípulos de Cristo), siguen hoy en las mismas condiciones: todos los bautizados somos llamados a ser pescadores de hombres y estar unidos a él todos los días, como él está unido a nosotros. Esta unión es la que nos da la fuerza de “ser pescadores de hombres”. O sea, colaboradores de Cristo en la salvación de los hombres, empezando por casa. Esa es la clara voluntad de Dios, quien “desea que todos los hombres se salven”.


El éxito salvador de nuestra vida y obras en unión con Cristo resucitado, nos lo garantiza él mismo: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”. ¡Qué gran consuelo!


No hay mayor contrasentido que un cristiano a quien no le importa la salvación del prójimo y del mundo entero, pues cristiano significa seguidor e imitador de Cristo, cuya misión es la salvación de los hombres. Y quien ignora esta misión a la que está llamado, se convierte en “cristiano sin Cristo”, o sea, un “no cristiano”.


Negar que un cristiano pueda producir frutos de salvación, es como negarle al sol la posibilidad de producir luz y calor, ya que el cristiano es portador de Cristo, Luz del mundo.


Es cierto que no todos son llamados a ser predicadores con la palabra, pero sí “pescadores de hombres”, que engendran hijos de Dios por la unión con Cristo resucitado, con el ejemplo, las obras, la palabra, la oración, las relaciones, el sufrimiento ofrecido por la salvación ajena.


Esto nos hace testigos vivos del Resucitado, nos convierte en palabra viva de Cristo vivo por la unión con él, que nos hace la promesa infalible: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”. Mayor garantía de la eficacia en la “pesca de hombres” no se nos puede dar.


Isaías 8,23. 9,4


Allí donde reinaba la angustia, desaparecerá la noche. En el pasado casi aniquiló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro se llenará de gloria la ruta del mar, más allá del Jordán, en la Galilea de los paganos. El calzado que hacía retumbar la tierra y los mantos manchados de sangre, van a ser quemados: el fuego los devorará. El pueblo que caminaba en las tinieblas, ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad, ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se gozan en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

Si Dios permite el sufrimiento y la desgracia que no vienen de él, no es para “ajustar las cuentas” a los pecadores, sino para terminar transformando el sufrimiento en alegría y la desgracia en salvación y felicidad.


El pueblo que estaba aplastado por la opresión de los invasores, “ve una gran luz”, signo de la presencia amorosa y liberadora de Dios, y entona un canto de gratitud a su Libertador. En la Galilea una vez ocupada y oprimida por los asirios, va brillar una “gran luz”, que es Cristo, Luz del mundo, que justo en Galilea empieza a difundir la luz del Evangelio.


Hoy también existen personas, grupos, clases sociales, regiones, naciones bajo la opresión de los prepotentes que los esclavizan en función de sus intereses y ambiciones. Pero Dios no aparta sus ojos misericordiosos de los que sufren, y no permitirá que el sufrimiento y la muerte sean la última palabra sobre el hombre y sobre el mundo.


Jesús resucitado, Conductor de la historia y de los pueblos, sigue preparando misteriosamente un mundo nuevo donde brillará la luz de la justicia y la paz, donde habrá un solo rebaño bajo un solo pastor: Cristo Jesús, Príncipe de la Paz, que nos pide colaborar con él en esa gran tarea.


1 Corintios 1,10. 31,17


Les ruego, hermanos, en nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, que se pongan todos de acuerdo y terminen con las divisiones, que encuentren un mismo modo de pensar y los mismos criterios. Personas de la casa de Cloe me han hablado de que hay rivalidades entre ustedes. Puedo usar esta palabra, ya que uno dice: "Yo soy de Pablo", y otro: "Yo soy de Apolo", o "Yo soy de Cefas", o "Yo soy de Cristo". ¿Quieren dividir a Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes? ¿O fueron bautizados en el nombre de Pablo? De todas maneras, no me envió Cristo a bautizar, sino a proclamar el Evangelio. ¡Y no con discursos sofisticados! Pues entonces la cruz de Cristo ya no tendría sentido.

En la joven iglesia de Corinto hay ya divisiones y desacuerdos, en parte debidas a los diversos estilos de predicar el Evangelio por parte de los varios anunciadores: Pablo, Pedro, Apolo.


Pero la causa profunda es que la fe de los corintios no está fundamentada sólidamente sobre la piedra angular, Jesús resucitado, sino en personas o motivos humanos. Ahí está el verdadero origen de los cismas, separaciones, rivalidades y falta de credibilidad.


Sólo la fe y la experiencia de Cristo crucificado y resucitado por nosotros, y la unión con él y en él, pueden crear y mantener la unidad entre las iglesias, grupos parroquiales, comunidades, familias. Las divisiones suceden cuando se suplanta a Cristo por los líderes, y el Evangelio por intereses grupales, materiales, ideológicos.


Por eso sigue siendo muy actual la oración de Jesús: “Padre, que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17, 21). Cuando la fe se apoya en “los curas” o líderes de grupos, o intereses, se da escándalo, sucede la irrelevancia, la división y la desintegración.


P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, January 20, 2008

El Cordero que quita el pecado del mundo

Domingo 2º del tiempo ordinario-A / 20 enero 2008

Juan 1,29-34

En aquel tiempo, Juan vio a Jesús que se acercaba a él y exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería yo cuando dije: "Detrás de mí viene uno que es superior a mí, porque existía antes que yo". Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que el pueblo de Israel lo conozca». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero él que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espiritu Santo". Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que él es el Hijo de Dios».

Isaías 49,3.5-6

El Señor me dijo:«Tú eres mi siervo, Israel, en quien me gloriarié». Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza: «No basta que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago tuz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el último extremo de la tierra».

Corintios 1, 1-3

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús y llamados a formar su pueblo santo, junto a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.Gracia y paz a ustedes de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Sunday, January 13, 2008

BAUTIZADOS: SACERDOTES, PROFETAS Y REYES


BAUTIZADOS: SACERDOTES, PROFETAS Y REYES


Bautismo del Señor – A / 13 enero 2008


Por entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para encontrar a Juan y para que este lo bautizara. Juan quiso disuadirlo y le dijo: - ¿Tú vienes a mí? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti. Jesús le respondió: - Deja que hagamos así por ahora. De este modo se cumplirá lo que Dios quiere. Entonces Juan aceptó. Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: - Este es mi Hijo, el Amado; este es mi Elegido (Mateo. 3,13-17).


Jesús tenía clara conciencia de ser el Hijo unigénito del Padre, el Mesías esperado, el Salvador del mundo. Y en el bautismo es “invadido” por el Espíritu Santo para y establecer el reino de Dios, para liberar al pueblo de sus esclavitudes: “Dar la vista a los ciegos, oído a los sordos, libertad a los cautivos, resurrección a los muertos, la buena noticia a los pobres”.


En el momento de ser bautizado por Juan, Jesús recibe la llamado del Padre que lo invita a dar comienzo a su ministerio público de salvación a favor de los hombres. En el bautismo Jesús es ungido por el Padre como sacerdote que vive en comunión con Dios, como profeta, que conoce e interpreta la historia según Dios y habla en nombre de Dios, y como rey que, en cuanto Hijo de Dios, vive en libertad frente a las fuerzas esclavizantes del mal.


El sentido y valor salvífico de nuestro bautismo viene del bautismo de Jesús. Todos nacemos hijos de Dios, pues de él recibimos la vida natural a través de los padres. Pero el bautismo injerta en nosotros la misma vida divina y eterna de Dios: por el bautismo somos declarados hijos de Dios, “conformes con la imagen de su Hijo”, hermanos de Cristo, nuevas criaturas predilectas de Dios, “bautizados en el Espíritu Santo y en fuego”, el fuego del amor de Dios Padre.


“Miren qué amor nos tiene el Padre, para llamarnos hijos suyos, pues lo somos”, exclama san Pablo con inmensa gratitud. El bautismo es eso: la gracia-amor de Dios que nos invade para hacernos sus hijos, semejantes a Jesús. La sangre misma de Dios, su gracia, corre por las venas de toda nuestra persona.


Por el bautismo también nosotros somos constituidos sacerdotes, miembros del Pueblo Sacerdotal, la Iglesia, con vocación de ofrenda agradable a Dios por la salvación de nuestros hermanos. Somos constituidos profetas, capaces de ver y comprender a las personas, las cosas y los acontecimientos con los ojos y la mente de Dios. Somos constituidos reyes, porque se nos da la libertad de los hijos de Dios, pues servir a Dios en el prójimo es reinar.



¿Sentimos los cristianos el bautismo como una vocación, un llamado de Dios a vivir como sacerdotes, profetas y reyes? ¿En qué medida vivimos el sacerdocio bautismal, en la eucaristía y en la vida, sirviendo y amando a los otros como Jesús nos ama? ¿Vemos las cosas como Dios las ve, y vivimos como hijos suyos, hijos del Rey universal?



¿Por qué tantos bautizados no viven como cristianos? Tal vez porque la catequesis no se fundamentó en lo que hace al cristiano: sacerdote, profeta y rey, unido al Resucitado, con todo lo que esos títulos implican de vida práctica.



Sin duda se necesita una catequesis más bíblica y vivencial en la preparación al bautismo, con la escucha y experiencia del Hijo resucitado, amado del Padre, con la experiencia del prójimo necesitado, y la experiencia profética de evangelizar desde niños, de modo que eso deje huellas definitivas en el espíritu, en la vida y la persona del bautizado, más allá de la “fiesta social” del bautizo. Así el bautismo será lo que debe ser: el inmenso don de la misma vida de Dios que se ha de acoger y agradecer en el tiempo y en la eternidad.


Isaías 42,1-4. 42,6-7


He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, al que escogí con gusto. He puesto mi Espíritu sobre él, y hará que la justicia llegue a las naciones. No clama, no grita, no se escuchan proclamaciones en las plazas. No rompe la caña doblada ni sofoca la mecha que está por apagarse, sino que hace florecer la justicia en la verdad. No se dejará quebrar ni aplastar, hasta que establezca el derecho en la tierra. Las tierras de ultramar esperan su ley. Yo, Yavé, te he llamado para cumplir mi justicia, te he formado y tomado de la mano, te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones. Para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, y del calabozo a los que yacen en la oscuridad.


El nombre de “siervo” corresponde al pueblo de Israel, pero apunta al Siervo por excelencia: Cristo Jesús, en quien se realiza a plenitud lo que anuncia Isaías.


El Espíritu de Dios consagra a Jesús para la misión liberadora y salvadora, y de siervo lo ensalza a rey de la humanidad y del universo visible e invisible. Tal misión consiste ante todo en implantar la justicia en la tierra, que está envuelta en las tinieblas del odio, la guerra, la violencia, las cárceles, el hambre, la ceguera, la muerte...



Pero el siervo no gritará ni hará explotar bombas y misiles, ni capitaneará ejércitos. No hará ruido, porque “el ruido no hace bien y el bien no hace ruido”.


Alcanzado por el sufrimiento, no vacilará ni se quebrará, porque la fuerza de Dios estará con él, y le dará la victoria total por la resurrección. Hoy el Resucitado es el Siervo-Rey glorificado, centro, sostén y conductor de la historia hacia el reino eterno del Padre, al frente de todos los que, como él, “pasan la vida haciendo el bien”.



Nosotros, los bautizados, estamos llamados a ser siervos con el “Siervo”, Jesús, a colaborar con él silenciosamente en su misión liberadora y salvadora, oculta para los sabios y charlatanes de este mundo, incluidos predicadores religiosos...


Hechos 10,34-38


Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: "Verdaderamente reconozco que Dios no hace diferencia entre las personas. En toda nación mira con benevolencia al que teme a Dios y practica la justicia. Ahora bien, Dios ha enviado su Palabra a los israelitas dándoles un mensaje de paz por medio de Jesús, el Mesías, que también es el Señor de todos. Ustedes ya saben lo que ha sucedido en todo el país judío, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Jesús de Nazaret fue consagrado por Dios, que le dio Espíritu Santo y poder. Y como Dios estaba con él, pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo".


En los comienzos de la Iglesia, el primer Papa san Pedro constata y proclama que la salvación de Cristo no es monopolio de ningún pueblo, país o religión. Pero sigue habiendo muchos católicos, y cristianos de otras confesiones, que se creen los únicos con derecho a la salvación eterna, y esperan que los demás no la alcancen. ¿Señal de que se están excluyendo a sí mismos de la salvación?


Dios mira con benevolencia y salva a todos los que lo temen, aman y adoran bajo distintos nombres, o que tal vez ni siquiera lo conocen, pero defienden la vida, practican la justicia, promueven la paz y hacen el bien. Jesús tiene “otras ovejas que no son de este redil”, la Iglesia católica. Y también a ellos los tiene que salvar atrayéndolos hacia él.



Jesús nos enseñó la oración más ecuménica: el Padrenuestro, en el que oramos por todos los hijos de Dios. Y en la Última Cena dijo: “Sangre derramada por ustedes y por todos los hombres”. El quiere compartir esa misión con todo cristiano, sacerdote o laico: atraer hacia él a quienes no lo conocen, lo cual es posible con la oración, el sufrimiento ofrecido, el testimonio de vida en Cristo resucitado, las actitudes, la palabra y las obras de bien.


P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, January 06, 2008


La Epifanía del Señor


Mateo 2: 1 - 12


Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.» En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.» Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.


Isaías 60: 1 - 6


¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece Yahveh y su gloria sobre ti aparece. Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada. Alza los ojos en torno y mira: todos se reúnen y vienen a ti. Tus hijos vienen de lejos, y tus hijas son llevadas en brazos. Tú entonces al verlo te pondrás radiante, se estremecerá y se ensanchará tu corazón, porque vendrán a ti los tesoros del mar, las riquezas de las naciones vendrán a ti. Un sin fin de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen portadores de oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahveh.


Efesios 3: 2 - 3, 5 - 6


Si es que conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en orden a vosotros: cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio.

Tuesday, January 01, 2008

FELIZ LA MUJER IMAGEN DE DIOS


FELIZ LA MUJER IMAGEN DE DIOS


Santa María, Madre de Dios / 1 enero 2008


Los Pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en un pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, fueron a circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el Ángel antes de su concepción. Lucas 2, 16-21


Dios desdobló su única naturaleza divina en su imagen humana: el hombre y la mujer, y los asoció, amorosamente y por igual, a su obra de la creación y a su plan de salvación universal.


Pero es de maravillarse cómo Dios estampó y personificó, de forma especial en la mujer, la imagen de su amor, de su ternura y de su fecundidad.


Asombra asimismo cómo Dios inició la creación del género humano por el hombre sin el concurso de la mujer, y la re-creación o redención la inició por la mujer, la Virgen María, sin el concurso del hombre, ya que el Salvador nació por obra del Espíritu Santo.


Lo mismo que la mujer ocupa un lugar único en la vida de las personas como madre, esposa, hermana, hija, enamorada, compañera, colaboradora, amiga, consagrada, así Dios ha querido que la mujer tuviera un lugar irremplazable en la historia de la salvación, unida al hombre. El modelo supremo de esta misión salvífica femenina es María, que se une al Dios hecho hombre, acogiéndolo en su seno virginal cuando acepta ser Madre del Salvador.


Al integrarse en la historia de la salvación – que Dios inicia por María - la mujer supera la multisecular discriminación ajena al plan creador y salvador de Dios, que pone en las manos de la mujer la riendas del destino de la humanidad, en diálogo con el hombre, como interlocutor de igual a igual ante Dios.


En la sociedad de hoy se da una gran resistencia a vivir como seres humanos e hijos de Dios y hermanos entre sí, que tienen el mismo destino eterno en Dios. Por eso la persona humana llega a tal degradación que ni los animales alcanzan. Multitud de hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, están reducidos a objetos de consumo y de disfrute egoísta, como piezas de engranajes manipulados por la ignorancia, la ambición, el egoísmo, el poder, el dinero y el placer, camino de la autodestrucción.


Hacen falta nuevas Marías que, con su poderosa ternura y decisión, con su fe y valentía, e incluso desde su marginación, continúen, como María, la historia de la salvación, acogiendo y haciendo presente en todas partes a Cristo, único Salvador, para que libere a hombres y mujeres de las grandes esclavitudes que se han creado y que los están destruyendo como personas y degradando su condición de hijos e hijas de Dios.


Dichosas las mujeres -y los hombres- que creen y aman como María, pues también concebirán y darán a luz al Hijo de Dios, y compartirán su Sacerdocio supremo, mediante el sacerdocio bautismal, a favor de la salvación de la humanidad, empezando por el santuario doméstico, la familia.


Números. 6,22-27.


El Señor habló a Moisés: “Di a Aarón y a sus hijos: ‘Esta es la fórmula con que ustedes bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré’”.


Esta fórmula de bendición estaba reservada en exclusiva a los sacerdotes, Aarón y sus hijos, también sacerdotes por herencia. Dios se comprometía a conceder al pueblo, por medio de la bendición de los sacerdotes, la bendición de su presencia, de su protección y de la paz.


Mas la bendición de Dios tiene su máxima expresión y eficacia a través del Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, “en quien Dios nos bendice con toda clase de bendiciones” materiales, espirituales, celestiales.



Y esta bendición máxima, el Hijo de Dios, sigue llegando eficazmente por manos de los sacerdotes ministeriales, que nos hacen presente a Cristo Resucitado: en la Eucaristía y demás sacramentos, en la predicación, en sus personas consagradas al servicio sacerdotal.



Mas a partir de Cristo, las bendiciones de Dios no pasan sólo a través del sacerdocio ministerial –con excepción de algunos sacramentos-, pues el supremo sacerdocio de Cristo es compartido también por todos los bautizados mediante el sacerdocio bautismal. Por eso los laicos deben recuperar la costumbre de bendecir y bendecirse mutuamente en nombre de Dios, quien responderá, tal vez sin que nos demos cuenta, a toda bendición que se haga con fe en él y amor al prójimo.



Los sacerdotes bendicen con el Santísimo – Cristo presente en Persona-; pero los fieles pueden bendecir con la Biblia - Cristo Palabra de Dios en Persona presente que nos habla-. Eucaristía y Biblia son puestos al mismo nivel por Cristo y por la Iglesia. ¡No dejemos de bendecir con la Biblia, y bendecirnos por la Biblia leyéndola y haciéndola vida.


Gálatas 4,4-7


Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá! (Padre). Así que ya no eres esclavo, sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.


San Pablo es el que hace la primera alusión a María en el Nuevo Testamento. De ella nace el Libertador que viene a rescatar a los hombres de la esclavitud a las abusivas leyes humanas y religiosas, y de las poderosas fuerzas del mal.



El Hijo de Dios se hace esclavo con todas esas esclavitudes del hombre –menos el pecado- para que el hombre alcance la libertad de los hijos de Dios, porque el Hijo no viene sólo a liberarnos de las esclavitudes, sino a hacernos hijos de Dios y coherederos de su misma gloria eterna. Nos da un nuevo ser, de modo que podemos llamarle “Padre”, al igual que su propio Hijo.




Ante tan inaudita bendición, san Juan exclama: “¡Miren qué amor nos tiene el Padre, que nos llama hijos suyos, pues lo somos!” (1 Juan 3, 1). Somos hijos de Dios, y nuestra vocación es la libertad en esta vida y la plenitud de la libertad en el paraíso a través de la resurrección, por la que se comprobará lo que realmente somos como hijos de Dios. Jesús "se hizo lo que somos nosotros para hacernos a nosotros ser lo que él es": hijos de Dios.



Tenemos que ser conscientes y vivir con inmensa gratitud esta maravillosa realidad para liberarnos de las esclavitudes indignas de los hijos de Dios.



P. Jesús Álvarez, ssp.