Sunday, October 26, 2008

EL AMOR Y LA LEY

EL AMOR Y LA LEY

Domingo 30º del tiempo ordinario / 26 –10-08

Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos. Mateo 22,34-40

Los escribas y fariseos habían inventado 613 mandamientos, pero Dios había dado sólo 10, que Jesús resumió en 2: amar a Dios y al prójimo, que al fin los dos se hacen uno solo.

Pero ellos sustituían con sus mandamientos el mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Es la tentación de todos los tiempos: aferrarse a normas, leyes, prohibiciones, costumbres, para dispensarse de la ley del amor, el único que justifica toda otra ley que merezca ese nombre. "Quien ama, cumple toda la ley".

Decía san Agustín: "Ama y haz lo que quieras". Pero sólo si amo a Dios, puedo amar al prójimo de verdad; o sea: querer y procurar en serio el bien de los otros, pues los consideraré dignos de amor gratuito sólo por tenerlos como hermanos míos, porque son hijos del mismo Dios Padre, y porque Dios los ama igual que a mí.

El amor a Dios no debe tener medida: hay que amarlo “sobre todas las cosas y personas, con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente”, mientras que el amor al prójimo tiene la medida del amor a sí mismo: Y al prójimo como a sí mismo”; aunque Jesús más allá: “Ámense unos a otros como yo los amo”.

El amor al prójimo por encima del amor a Dios, o sin amor a Dios, o en contra de Dios, es egoísmo e idolatría, que termina en traición ante la menor dificultad.

Quien no ama a Dios y al prójimo, se hace el máximo daño a sí mismo, pues prescindiendo de esos amores, se cierra a la eternidad del amor y de la felicidad.

El amor es lo que más necesitamos los humanos: amar y ser amados. Más que dinero y salud, placer o poder, necesitamos amor recíproco. Porque sólo en el amor verdadero se halla la felicidad, la libertad y la paz que ansiamos, tanto en el tiempo como en la eternidad. “Se haría detestable quien quisiera comprar el amor con dinero”.

Son muy pocos los que descubren y viven el verdadero amor. La gran mayoría se deja engañar por apariencias o sustitutos del amor, productos del egoísmo, que se disfraza bajo el sagrado nombre del amor. Gran engaño para la persona, la familia, la juventud, la sociedad.

El mandamiento del amor es el más quebrantado de todos, incluso por gran parte de los cristianos, al olvidar que la esencia de la vida cristiana es el amor auténtico a Dios y al prójimo. Por eso es decisivo cuestionarnos si de veras amamos a Dios sobre todas las cosas y personas, y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios, y no darlo por supuesto.

El amor a Dios y al prójimo equivale al verdadero amor hacia uno mismo, pues esos dos amores son los únicos que nos hacen felices en el tiempo y en la eternidad. Decía el Cura de Ars: “No hay felicidad más grande en este mundo que la de amar a Dios y sentirse amados por él”.

El amor a Dios se cultiva considerando sus maravillas y sus inmensos beneficios gratuitos, que nos demuestran su infinito amor hacia cada uno de nosotros. El amor es nuestra vocación y misión, nuestra felicidad en el tiempo y en la eternidad.

Éxodo 22, 20-26

Éstas son las normas que el Señor dio a Moisés: “No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, Yo escucharé su clamor. Entonces arderá mi ira, y Yo los mataré a ustedes con la espada; sus mujeres quedarán viudas, y sus hijos huérfanos. Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca, Yo lo escucharé, porque soy compasivo”.

Ya en el Antiguo testamento Dios manda no maltratar al extraño, al extranjero, porque también es hijo de Dios, y como tal merece respeto y amor. Y también prescribe no aprovecharse de la debilidad y necesidad de las viudas, niños y pobres, pues, si lo invocan, él mismo Dios saldrá en su favor y devolverá a los explotadores los sufrimientos que infligen a los débiles e indefensos.

Mas para que Dios salga a favor de los débiles y explotados, y en contra de los explotadores y corruptos, es necesario que los afligidos invoquen al Señor, en lugar de maldecir a quienes les hacen daño, y menos maldecir al mismo Dios porque no castiga o impide el mal, pues lo cierto es que Dios sufre con los que sufren, y transformará en felicidad el sufrimiento de quienes lo invocan.

Jesús ratificará: “Todo lo que hagan a uno de estos mis pequeños, a mí me lo hacen”; “tuve hambre y sed, estuve desnudo, encarcelado, enfermo... y ustedes me socorrieron... Vengan, benditos de mi Padre”. Mientras los que hacen sufrir serán rechazados por Dios: “Vayan, malditos, al tormento eterno”.

El Pan de la Palabra y el Pan eucarístico tienen eficacia salvífica si a la vez se vive la comunión con el necesitado, que es el sacramento del prójimo.

Tesalonicenses, 1, 5-10

Hermanos: Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. Y ustedes, a su vez, imitaron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya. En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien Él resucitó de entre los muertos y que nos libra de la ira venidera.

El mayor servicio que se puede hacer al hombre, es comunicarle la Palabra salvadora de Dios. San Pablo consideraba la evangelización como un verdadero culto, pues constituye el servicio al hombre en su máxima necesidad: la salvación eterna, sin la cual de nada le vale haber nacido y gozado de la vida temporal.

La Palabra de Dios es el sacramento universal de salvación que todo el mundo puede recibir y que todos podemos administrar con la vida, el ejemplo y la palabra. Todos podemos decir con verdad como san Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!”

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, October 19, 2008

AMOR A DIOS y AMOR SOCIAL

AMOR A DIOS y AMOR SOCIAL

Domingo 29º del tiempo ordinario-A / 19-10-08

Los fariseos se reunieron para ver juntos el modo de atrapar a Jesús en sus propias palabras. Le enviaron, pues, discípulos suyos junto con algunos partidarios de Herodes a decirle: Maestro, sabemos que eres honrado, y que enseñas con sinceridad el camino de Dios. No te preocupas por quién te escucha, ni te dejas influenciar por nadie. Danos, pues, tu parecer: ¿Está contra la Ley pagar el impuesto al César? ¿Debemos pagarlo o no? Jesús se dio cuenta de sus malas intenciones y les contestó: ¡Hipócritas! ¿Por qué me provocan? Muéstrenme la moneda que se les cobra. Y ellos le mostraron un denario. Entonces Jesús preguntó: ¿De quién es esta cara y el nombre que lleva escrito? Contestaron: Del César. Jesús les replicó: Paguen, pues, al César lo que es del César, y den a Dios lo que es de Dios. Mateo 22, 15-22.

Los judíos le tienden a Jesús en una trampa política para hacerlo caer y así tener un pretexto para condenarlo, como ya lo tenían decidido. Pero Jesús los sorprende con una respuesta que no se esperaban: a cada cual lo suyo.

Los cristianos pertenecemos a la Iglesia y a nuestro país, a Dios y a la sociedad. Trabajamos por establecer el reino de Dios en un ambiente humano concreto. Tenemos que responder positivamente a Dios y a las autoridades humanas legítimas.

En el Catecismo de la Iglesia se dice que es un deber del cristiano pagar impuestos; como es también un deber exigir al gobierno que utilice los impuestos en favor del pueblo, del bien común, con justicia, y no vayan a engrosar las cuentas individuales.

El cristiano tiene que dar al Estado lo que es del Estado y a Dios lo que es de Dios. Aunque Dios no pide, fuera del amor, pues todo es suyo. Pide que gocemos con gratitud y orden sus dones y apoyemos al prójimo, no sólo con bienes materiales, sino con valores indispensables, como son la vida y la verdad, la justicia y la paz, la libertad y el amor, la solidaridad y el progreso, la fe y la salvación . Lo que hacemos por el prójimo, Dios lo considera hecho a Él.

El cristiano no puede ser insensible frente a las injusticias, atropellos, violaciones, mentiras, manipulaciones, corrupción, guerras…, que sufren sus hermanos. No puede cruzarse de brazos esperando a que actúen los otros allí donde él puede y debe actuar.

Un ciudadano cristiano que educa y cuida bien a sus hijos, y un político que se interesa de verdad por el bien del pueblo, por la paz y la justicia, hacen buena política, que es a la vez testimonio de su fe y expresión de su amor social anclado en el amor a Dios. Así comparten el proyecto del Reino de Dios, encarnándolo en el proyecto de la sociedad familiar y civil.

El reino de Dios y el servicio al prójimo empiezan por casa y se extienden a todo nuestro ámbito de acción e influencia, mediante la fe demostrada con las obras.

La fidelidad total a esta doble relación de amor a Dios y a la sociedad puso a Jesús en el camino de la cruz, que es camino hacia la resurrección. Lo mismo les sucedió, sucede y sucederá a muchos otros a través de los siglos, en especial a los mártires, que compartieron y comparten hoy heroicamente la cruz de Cristo, para compartir gloriosamente su resurrección.

Ése es también nuestro camino, si queremos vivir el sentido total y feliz de nuestra existencia en la tierra y alcanzar el éxito final a través de la cruz ofrecida cada día, rumbo a la resurrección y a la gloria eterna. No es cristiano temer la muerte sin la esperanza de la resurrección. Es inútil buscar otros caminos, pues no existen.

La coherencia cristiana consiste en preocuparse, como Cristo, por el reino de Dios y el bien social, el bien de los hermanos, que son hijos de Dios. El amor social es amor cristiano al por mayor. Es compartir ampliamente el amor universal de Dios Padre, que es Amor.

Sin embargo, el máximo bien que podemos hacer al prójimo es ayudarle a conseguir la salvación eterna, pues “¿de qué le vale al hombre ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo?” El bien temporal y la salvación eterna van unidos, y se separan, se pierden ambos.

Isaías 45, 1. 4-6

Así habla el Señor a su ungido, a Ciro, a quien tomé de la mano derecha, para someter ante él a las naciones y desarmar a los reyes, para abrir ante él las puertas de las ciudades, de manera que no puedan cerrarse. Por amor a Jacob, mi servidor, y a Israel, mi elegido, yo te llamé por tu nombre, te di un título insigne, sin que tú me conocieras. Yo soy el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí. Yo te hice empuñar las armas, sin que tú me conocieras, para que se conozca, desde el Oriente y el Occidente, que no hay nada fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.

Ciro era un rey pagano que no conocía a Dios, y sin embargo Dios lo tenía de su mano sin que Ciro se diera cuenta, para que realizara los planes divinos a favor del pueblo elegido. Un pagano entra en el plan salvador de Dios, como muchas otras veces ha sucedido y sigue sucediendo en la historia de la salvación a favor de la humanidad.

Los creyentes en Cristo resucitado, presente y operante en la Iglesia y en el mundo, conductor de la historia, tenemos que saber descubrir su obra incluso allí donde menos se puede esperar humanamente, e incluso donde se le niega; y secundarlo según nuestras posibilidades.

Millones de personas son instrumentos elegidos por Cristo, sin que lo conozcan, para implantar en el mundo los valores de su reino de verdad y justicia, de paz y libertad, de solidaridad y progreso; y contribuyen también a la salvación eterna de la humanidad.

Pensemos tan sólo en los maravillosos medios de comunicación social, -en gran parte obra de no creyentes- que pueden multiplicar casi al infinito para la humanidad la Palabra salvadora de Dios, y por tanto la salvación, además posibilitar muchos otros inmensos bienes.

Pero los creyentes no podemos conocer al único Dios sólo por lo que hemos oído y leído, sino por la experiencia amorosa de su acción entre nosotros, en la historia de cada día, en la oración. El conocimiento real de Dios sólo puede realizarse en el amor, la gratitud y el gozo.

Tesalonicenses 1, 1-5

Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios Padre y al Señor Jesucristo. Llegue a ustedes la gracia y la paz. Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia. Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido elegidos. Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo y de toda clase de dones.

Sólo hay verdadera Iglesia si está unida en Cristo resucitado presente, como hay verdadero cristiano sólo si está unido a Cristo. No basta la unión amistosa en las actividades pastorales y litúrgicas externas, pues resultan fidedignas y salvíficas solamente cuando brotan de esa unión interior en Cristo: “Padre que sean uno para que el mundo crea”. “Quien está unido a mí, produce mucho fruto; pero sin mí no pueden hacer nada”.

La fe viva se manifiesta con obras; el amor, con el esfuerzo valiente por el bien y la salvación de los otros; y la esperanza pascual en Cristo resucitado, con una firme constancia.

Sabemos que somos elegidos de Dios si hemos acogido el Evangelio, no sólo como palabras, teorías y ritos, sino como verdadera Palabra de Dios dirigida con amor a cada uno, acogida y puesta en práctica gracias a la acción del Espíritu Santo en nosotros.

Pero la unión en Cristo –a pesar de que es un don misterioso de Dios- también necesita cauces humanos para sostenerse y crecer: la oración, la información, la comunicación, el diálogo en clima fraternal, la fe pascual en el Resucitado presente y operante.

La Iglesia es la asamblea de los convocados por Cristo a través de los pastores, no sólo por los pastores. Sin fe viva en esta verdad, la Iglesia sería una simple asociación.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, October 12, 2008

Muchos son llamados, mas pocos escogidos.

Muchos son llamados, mas pocos escogidos

28º domingo tiempo ordinario - A / 12-10-2008

Mateo 22: 1 - 14

Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda." Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»

Isaías 25: 6 - 10

Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados; consumirá en este monte el velo que cubre a todos los pueblos y la cobertura que cubre a todos los gentes; consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado. Se dirá aquel día: «Ahí tenéis a nuestro Dios: esperamos que nos salve; éste es Yahveh en quien esperábamos; nos regocijamos y nos alegramos por su salvación.» Porque la mano de Yahveh reposará en este monte, Moab será aplastado en su sitio como se aplasta la paja en el muladar.

Filipenses 4: 12 - 14, 19 - 20

Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. Y a Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Sunday, October 05, 2008

ELEGIDOS y RECHAZADOS

ELEGIDOS y RECHAZADOS

27º domingo tiempo ordinario - A / 5-10-2008

En aquel tiempo dijo Jesús a los sacerdotes y a los ancianos del pueblo: Escuchen este otro ejemplo: Había un propietario que plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar y levantó una torre para vigilarla. Después la alquiló a unos labradores y se marchó a un país lejano. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, el dueño mandó a sus sirvientes que fueran donde aquellos labradores y cobraran su parte de la cosecha. Pero los labradores tomaron a los enviados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores más numerosos que la primera vez, pero los trataron de la misma manera. Por último envió a su hijo, pensando: “A mi hijo lo respetarán”. Pero los trabajadores, al ver al hijo, se dijeron: “Ese es el heredero. Lo matamos y así nos quedamos con su herencia”. Lo tomaron, pues, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Ahora bien, cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con esos labradores? Le contestaron: Hará morir sin compasión a esa gente malvada, y arrendará la viña a otros labradores que le paguen a su debido tiempo. Jesús agregó: ¿No han leído cierta Escritura? Dice así: “La piedra que los constructores desecharon, llegó a ser la piedra angular del edificio; esa fue la obra del Señor y nos dejó maravillados”. Ahora, yo les digo a ustedes: Se les quitará el Reino de los Cielos, y será entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos. Mateo 21, 33-43

La parábola, dicha a un grupo de sacerdotes, escribas y fariseos, es un serio toque de atención para cada uno de nosotros, llamados a trabajar con ilusión y seriedad por la salvación de los demás y la propia. Y no se trata sólo de una simple invitación, sino de un gran privilegio: compartir con Cristo el misterio de la redención en el tiempo y lugar donde nos ha tocado vivir, trabajar, amar, gozar y sufrir, y así acceder a la vida eterna.

Es una llamada de atención a cada uno de nosotros, pues podemos rechazar con la indiferencia o el desprecio a los mensajeros que Dios nos envía, y en ellos a su propio Hijo, Jesús, creyéndonos los únicos propietarios de nuestra vida, de la verdad, de la religión, proclamando a Dios con la boca y en los ritos, pero rechazándolo en la vida.

El mensaje positivo de la parábola es que Dios cuida con gran cariño a su pueblo, a cada uno de nosotros, dándonos grandes dones y posibilidades, el mayor de los cuales es su Hijo, que entregó por nuestra salvación y glorificación eterna.

No estamos en el mundo por casualidad, sino por deseo y amor expreso de Dios Padre, para que seamos testigos de su amor. Nuestra existencia está inscrita en el proyecto salvador de Dios: venimos de su amor infinito y nos llama al destino feliz que él nos ofrece con amor paterno en su casa eterna. Sólo nos pide que lo amemos como Padre y amemos los demás como hermanos - pues todos son hijos suyos-, ayudándoles a conseguir el máximo bien que pueden desear: la vida eterna.

Esta fe, hecha amor concreto, proyecta hacia la eternidad todo lo que hacemos, lo que somos, tenemos, amamos, sufrimos y gozamos. Y hace entrar la eternidad en el tiempo de nuestra vida para eternizarla.

Formar una familia, educar a los hijos, trabajar por el progreso, hacer política de paz, enseñar, socorrer, evangelizar: formas diversas de colaborar al plan salvífico de Dios, unidos a Jesús resucitado presente, la piedra angular rechazada por sus adversarios.

Sin embargo también podemos hacer fracasar el plan de Dios para nosotros y para otros, rechazando a Dios en la vida, en la familia, en trabajo, en la vida sacerdotal o consagrada, e incluso en las prácticas de piedad, aunque aparentemos lo contrario.

Pero Dios no nos impone la salvación, sino que desea la aceptemos y colaboremos libremente con su Hijo en la salvación de los otros; y si no respondemos a su invitación, confiará nuestra misión a otros que produzcan mejores frutos. Nos conviene pensarlo en serio, pues nos jugamos la vida temporal, volviéndola inútil, y la eterna.

Nuestra felicidad, gloria y salvación consisten en reconocer, agradecer, valorar y hacer producir los dones que Dios nos dio, que son otras tantas grandes posibilidades para el bien. Entre ellos: la oración, el ejemplo, el sufrimiento ofrecido, la palabra, las buenas obras, en unión con Cristo resucitado presente, nuestra Piedra angular.

Isaías 5, 1-7

Voy a cantar en nombre de mi amigo el canto de mi amado a su viña. Mi amigo tenía una viña en una loma fértil. La cavó, la limpió de piedras y la plantó con cepas escogidas; edificó una torre en medio de ella y también excavó un lagar. Él esperaba que diera uvas, pero dio frutos agrios. Y ahora, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, sean ustedes los jueces entre mi viña y yo. ¿Qué más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? Si esperaba que diera uvas, ¿por qué dio frutos agrios? Y ahora les haré conocer lo que haré con mi viña: quitaré su valla, y será destruida, derribaré su cerco y será pisoteada. La convertiré en una ruina, y no será podada ni escardada. Crecerán los abrojos y los cardos, y mandaré a las nubes que no derramen lluvia sobre ella. Porque la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación predilecta. ¡Él esperó de ellos equidad, y hay derramiento de sangre; esperó justicia, y hay gritos de angustia!

Toda la Biblia ha sido escrita para instrucción de cada uno de nosotros, a fin de que llevemos una vida que agrade a Dios y nos disponga a recibir el premio de la gloria eterna con él.

Este pasaje de Isaías nos declara con cuánto amor y cuántos cuidados nos trata Dios, para que produzcamos frutos de vida eterna, y no para él, sino para nosotros y los demás, pues su voluntad es que nos salvemos y ayudemos a otros a salvarse.

Pero nosotros podemos hacer fracasar el amor, los cuidados y las esperanzas de Dios sobre nosotros y para nosotros, y llevar nuestras vidas al fracaso eterno, si no reconocemos ni agradecemos ni hacemos producir esos dones y cuidados que Dios nos dispensa, y si los utilizamos y disfrutamos a sus espaldas y en contra de su voluntad.

Dios tiene paciencia infinita, pero si nosotros no reaccionamos para rectificar una eventual conducta desviada, con rechazo al amor de Dios, nuestro bien supremo, y con desinterés por nuestro destino eterno, él también tiene derecho a volvernos la espalda abandonándonos a nuestros egoísmos y disfrutes abusivos de los dones que nos dio.

Démonos cuenta de que una fe sin amor ni gratitud y obediencia a Dios, y sin amor real al prójimo, es una fe engañosa y escandalosa, que no puede salvar, sino que condena. Correspondamos al gran cariño y generosidad de Dios: vivamos según su querer.

Filipenses 4, 6-9

Hermanos: No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. En fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos. Pongan en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes.

“Nuestro corazón anda inquieto mientras no descansa en Dios”, decía san Agustín. Sólo la confianza en Dios nos asegura la serenidad, la paz y la esperanza en medio de las luchas, las dudas, las desgracias, las alegrías, pues esa confianza nos da la seguridad de que “todo concurre al bien de los que aman a Dios”. La confianza es fruto del amor.

Con la confianza en Dios y la perspectiva de la eternidad feliz, todo se hace relativo, pues los bienes más grandes de este mundo terminan esfumándose, y los sufrimientos más penosos se convierten en fuentes de felicidad eterna, e incluso temporal.

Por tanto, no debemos preocuparnos, sino sólo ocuparnos en vivir unidos a Cristo y en realizar todo lo que es bueno, justo, verdadero, laudable, virtuoso..., y así nos dispongamos para recibir el premio eterno. Nada de angustias, que resultan totalmente inútiles.

Es necesario recurrir a la oración como verdadero encuentro de amistad filial con Dios, que nos toma a su cuidado paternal, y no permitirá que se nos caiga ni un cabello sin que él lo disponga. Pero toda oración debe ir precedida por la acción de gracias, que es la oración que más le agrada a Dios y que más bendiciones nos asegura.

P. Jesús Álvarez, ssp.