LA RECONCILIACIÓN
Domingo 4° cuaresma - C / 18-03-2007
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenia dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde". El padre les repartió los bienes. Pocos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, partió a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y comenzó a pasar necesidad. Fue entonces a servir a casa de un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; pero nadie le daba de comer. Entonces recapacitó y se dijo: “¡Cuantos trabajadores en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre! Ahora mismo me pondré en camino e iré a la casa de mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus trabajadores". Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y corrió a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus criados: "Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido encontrado". Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando, al volver, se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó que pasaba. Este le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo". El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salio e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con prostitutas, haces matar, para él, el ternero más gordo". El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido encontrado”. Lucas 15, 1 - 3. 11 – 32.
Josué 5, 9a. 10 – 12.
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: Hoy les he quitado de encima el oprobio que sufrieron en Egipto. Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la llanura de Jericó. Al día siguiente de la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: pan sin levadura y trigo tostado. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, dejó de caer el maná. Los israelitas ya no tuvieron más el maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaan.
Corintios 5, 17-21
Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo los exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios.
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