EL ÉXITO FELIZ Y TOTAL
Ascensión del Señor-C / 20-5-2007
Les dijo Jesús a sus discípulos: - Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba. Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos se postraron ante él. Después volvieron llenos de gozo a Jerusalén, y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios. (Lucas 24, 46 - 53).
La Ascensión de Jesús constituye la cumbre de nuestra esperanza: mediante las obras de bien y los padecimientos inevitables de esta vida y de la muerte, llegar en unión con él y como él, a la resurrección y la eterna felicidad en la Casa del Padre.
La Ascensión de Jesús constituye la cumbre de nuestra esperanza: mediante las obras de bien y los padecimientos inevitables de esta vida y de la muerte, llegar en unión con él y como él, a la resurrección y la eterna felicidad en la Casa del Padre.
“Subir al cielo” equivale al éxito total y final de la existencia humana; éxito que nos mereció Jesús con su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección; éxito que equivale a un salto inaudito en calidad de vida para mejor.
Jesús no se encarnó, trabajó, predicó, sufrió, murió y resucitó sólo para transmitirnos una doctrina o una moral, sino ante todo para enseñarnos una forma de vivir, de amar, de obrar y de morir, y para acompañarnos todos los días de nuestra vida. Amor, alegrías, penas y obras en conformidad con la voluntad del Padre, marcan la misión y razón de ser de Cristo Jesús; y también nuestra misión y el éxito final de nuestra existencia.
Jesús ascendió al reino de los cielos en la casa del Padre después de haber echado las bases del reino de Dios en la casa de los hombres, el mundo. Así nos enseña que el acceso al reino de Dios en los cielos sólo es posible a través del esfuerzo serio y eficaz con Jesús por implantar en el hogar, en la sociedad y en el mundo el reino de Dios, que culminará en la tierra con la fraternidad universal bajo un solo Pastor, y en el cielo con la gloria eterna.
Esa es nuestra esperanza infalible fundada en la piedra angular y roca firme: Cristo resucitado. Esperanza de una “tierra nueva” donde reine la paz y la justicia, la verdad y la libertad, el amor, el deleite y la alegría; y de un “cielo nuevo” donde no habrá más llanto ni dolor.
P. Jesús Álvarez, ssp.
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