Sunday, July 01, 2007

EXIGENCIA contra INTRANSIGENCIA

EXIGENCIA contra INTRANSIGENCIA

Domingo 13°-Ordinario C / 1-7-2007.


Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén. Envió mensajeros delante de él, que fueron y entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento. Pero los samaritanos no lo quisieron recibir, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: - Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma? Pero Jesús se volvió y los reprendió. Y continuaron el camino hacia otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo: - "Maestro, te seguiré adondequiera que vayas." Jesús le contestó: - "Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene donde recostar la cabeza". Jesús dijo a otro: "Sígueme". El contestó: - "Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre". Jesús le dijo: - "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vé a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: - "Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia." Jesús le contestó: - "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios". (Lucas. 9,51-62).

Jesús sube hacia Jerusalén decidido a morir por la salvación de todos los hombres, por cada uno de nosotros. Los discípulos no entienden y le siguen con miedo. Pero cuando los samaritanos les niegan hospedaje, se enfurecen y pretenden defender a Jesús eliminando a los samaritanos con una lluvia de fuego.

En realidad están cediendo a la intransigencia y al ancestral desprecio mutuo entre los judíos y los samaritanos. Sus actitudes violentas no tienen nada de cristianas, no tienen nada que ver con la misión de Cristo.

Jesús ha venido para salvar, no para condenar; para abatir las barreras que separan a los hombres, no para destruir a los hombres; para ser exigente, pero no intransigente; para promover el perdón y la paz, y no la violencia. Ha venido para usar el poder de Dios en favor de los hombres, y no en contra de ellos. Ha venido para ser misericordia universal de Dios en favor de buenos y malos.

También nosotros, cristianos, tenemos que verificar si reflejamos en nuestra vida y relaciones la semejanza con Cristo por la unión real con él.

Jesús es indulgente incluso con sus enemigos, pero es exigente con sus seguidores: “Si alguien quiere ser discípulo mío, tome su cruz cada día y me siga”. “No pueden servir a dos señores: a Dios y al dinero”. “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. “Quien deja padre, madre, hermanos, casas y tierras por mí, tendrá cien veces más y luego la vida eterna”.

Jesús no es exigente por gusto, sino porque quiere para los suyos lo mejor: el ciento por uno y la vida eterna, que sólo con la exigencia pueden conseguir. Quiere que los suyos pisen sus huellas subiendo al calvario, porque ese es el camino real de la resurrección, de la vida y de la gloria eterna. No hay otro.

El “seguidor de Cristo”, -el cristiano- no puede ponerle condiciones a Jesús: “Déjame enterrar a mi padre…, despedirme de mi familia”. No puede vivir un cristianismo light donde prevalecen las comodidades, lujos, vicios… Es Cristo quien pone las condiciones de su seguimiento: “Si alguien quiere seguirme...”

Pero no es cuestión de que el cristiano piense y viva sólo en la cruz, sino sobre todo en una vida pascual, gozosa con Cristo Resucitado, que alivia la cruz y da al calvario el esplendor de la resurrección y de la gloria eterna.

1 Reyes 19,16. 19-21

El Señor dijo a Elías: “Consagrarás a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, como profeta en vez de ti". Partió de allí Elías y encontró a Eliseo, hijo de Safat, quien estaba arando; tenía doce medias hectáreas de tierra para arar y estaba en la duodécima. Elías se le acercó y le tiró encima su manto. Inmediatamente, dejando sus bueyes, Eliseo corrió tras Elías diciendo: "Permíteme que vaya a abrazar a mi padre y te seguiré". Y Elías le respondió: "Puedes ir; ¿quién te lo impide?" Eliseo se dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los sacrificó; asó su carne con el yugo y se la sirvió a su gente; luego se levantó, salió tras Elías.

El manto con el cual Elías cubrió a Eliseo, es símbolo de transmisión del poder profético, del poder de Dios. La respuesta de Eliseo es modelo de respuesta a la vocación cristiana y consagrada: decisión pronta y gozosa. Es consciente de la grandeza de su vocación, y cualquier desprendimiento le parece poca cosa con tal de corresponder a la gran misión que Dios le confía.

Elías no le impide a Eliseo despedirse de sus padres, pues lo ve totalmente decidido. Pero, en parecidas peticiones, Jesús vio indecisión y poca valoración del seguimiento por parte de los dos que se le ofrecían.

Es necesario discernir las intenciones reales que hay en el fondo de nuestro ser cristianos: ¿seguimiento de Cristo o cumplimiento de normas, ritos, moral...?

En concreto, la vocación de todo cristiano es imitar a Cristo, vivir unido a él y promover los bienes de su reino en el propio radio de acción o influencia: la vida y la verdad, la justicia y la paz, le libertad y el amor, la dignidad humana, el progreso, el bienestar..., y colaborar con él, mediante la oración, el trabajo, la alegría y el sufrimiento, el testimonio..., en la salvación de sus hermanos.

Esa es la vocación cristiana, tanto para los consagrados como para los fieles, cada cual a su manera y con el alcance de su condición, fuerzas, talentos y medios. No hay otra vocación, aunque son diferentes los modos de vivirla.

Gálatas 5,1.13-18

Cristo nos liberó para ser libres. Manténganse, pues, firmes y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. Nuestra vocación, hermanos, es la libertad. No hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne, sino del amor por el que nos hacemos esclavos unos de otros. Pues la Ley entera se resume en una frase: Amarás al prójimo como a ti mismo. Pero si se muerden y se devoran unos a otros, ¡cuidado!, que llegarán a perderse todos. Por eso les digo: caminen según el espíritu y así no realizarán los deseos de la carne.

¡Cuánto se habla hoy de libertad! Pero es cierto que nunca ha habido tantas y tan crueles esclavitudes que, además, se hacen pasar por libertad.

Hasta se le llama libertad al poder de esclavizar, explotar y utilizar indignamente, e incluso de eliminar a quien resulta incómodo a la propia comodidad, egoísmo y ambición, empezando por el aborto, hasta la guerra y toda violencia por parte de los esclavos del poder, del dinero, del placer.

Pablo nos indica dónde está la verdadera libertad: ser esclavos unos de los otros por amor. Porque sólo el amor da la verdadera libertad. El egoísmo esclaviza al egoísta y al que está a su alcance.

Dios prohíbe sólo aquello que nos impide ser libres y felices. Dios no nos quiere como marionetas en sus manos, sino como personas e hijos libres con su misma libertad hecha amor. Sólo el amor hace posible que dos libertades se unan libre y felizmente en el tiempo y en la eternidad.

P. Jesús Álvarez, ssp.

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