Sunday, September 30, 2007

RIQUEZA MALDITA y BENDITA POBREZA

RIQUEZA MALDITA y BENDITA POBREZA

Domingo 26° Tiempo Ordinario-C / 30 -09- 2007

Jesús propuso esta parábola: Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y comía regiamente todos los días. Había también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico. Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abrahán. También murió el rico, y lo sepultaron. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro con él en su regazo. Entonces gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas." Abrahán le respondió: "Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y tú, en cambio, tormentos”. El otro replicó: "Entonces te ruego, padre Abrahán, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, a mis cinco hermanos: que vaya a darles su testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento." Abrahán le replicó: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán." Lucas 16,19-31

Jesús da un nombre al pobre y no al rico. Al revés de lo que pasa en este mundo: los ricos tienen nombre y renombre; los pobres no tienen nombre ni voz. Pero Lázaro al morir encuentra amigos y felicidad; el rico encuentra tormento y soledad.

Es rico en camino hacia la infelicidad y la soledad todo aquel lo pasa bien, come, bebe y le sobra; tiene amigos, casa, atención médica, diversiones, pero que no quiere enterarse del sufrimiento del pobre y socorrerlo. Como el rico que ignoraba a Lázaro.

Los ricos que viven de espaldas al prójimo necesitado, también viven de espaldas a Dios, idolatrando el dinero, el placer y el poder, hacia el fracaso de su vida.

En el mundo hay mucha pobreza y mucha hambre, pero no sólo de pan, sino de justicia, de verdad, de paz, de cultura, de salud, de ternura, de respeto, de dignidad, de perdón, de compasión, de comprensión, de sonrisa... Y a todos nos es posible remediar alguna forma de pobreza, así como todos podemos ser cómplices de diversas formas de pobreza y hambre. Vale la pena pensar, verificarlo.

Jesús habla a los ricos con la máxima dureza, y no porque quiera condenarlos sin remedio, sino porque quiere que huyan de la ruina eterna, perdiendo en el momento menos pensado todo cuanto tienen, y excluyéndose de la felicidad eterna.

Hoy podemos encontrar a Lázaro donde menos se espera: canillitas, prostitutas, violadas-os, drogadictos, alcohólicos, madres solteras, desocupados, encarcelados…, hasta que una muerte prematura los ponga en las manos de Quien los ama de verdad.

Quienes tienen cuentas faraónicas en bancos nacionales y extranjeros, dejando a millones de Lázaros en la desocupación, en el hambre y en la miseria, suprimirían a quien intentara señalarles su error, aunque les hablara un muerto resucitado.

El dinero acumulado a costa del trabajo, de la pobreza y quizás de la vida de otros, y disfrutado con egoísmo, es una gran maldición, por más que proporcione gratificaciones pasajeras a quienes lo poseen.

Pero el dinero del rico empleado para crear puestos de trabajo, promover la salud y la educación, aliviar a los necesitados..., se vuelve bendición para él y para muchos otros. Este pone sus riquezas en el banco de Dios, que produce intereses eternos incalculables.

Lázaro, en la aceptación esperanzada del sufrimiento y de la muerte, gana la vida eterna, por haber recurrido a Dios, que da al pobre la máxima riqueza: la gloria y el placer eterno. El rico epulón, que endiosó sus riquezas poniéndolas en lugar de Dios, terminó en la máxima pobreza y desgracia.

Que esta parábola nos ayude a ver cómo empleamos todo lo que somos, tenemos y amamos. Y en especial a favor de la salvación ajena, la máxima riqueza.


Amós 6, 1. 4-7


¡Ay de ustedes, los primeros de la primera de las naciones, a quienes acude todo el mundo en Israel! Ustedes descansan en su orgullo y se sienten seguros en el cerro de Samaría, tendidos en camas de marfil o recostados sobre sus sofás, comen corderitos del rebaño y terneros sacados del establo, canturrean al son del arpa y, como David, improvisan canciones. Beben vino en grandes copas, con aceite exquisito se perfuman, pero no se afligen por el desastre de mi pueblo. Por eso ustedes serán ahora los primeros en partir al destierro, y así se terminará con tantos ociosos.


¡Cuán actual resulta hoy la denuncia del profeta Amós! Mientras naciones poderosas despojan a las pobres con intereses abusivos sobre deudas eternas, cada día más insoportables, y se apropian sus bienes mediante robos ingentes a guante blanco, practican el soborno, la corrupción, el engaño, la venta de armas; provocan guerras injustas en las que eliminan a multitud de inocentes, sembrando el luto en gran número de familias; mandan a sus jóvenes compatriotas a otras naciones para matar a quienes tienen el mismo derecho a vivir que ellos; miles de cuyos jóvenes pierden la vida o quedan mutilados para siempre.

Mientras los que orquestan toda esa ingente injusticia criminal se dan a la gran vida, que sostienen con astronómicas cuentas bancarias, e incluso se regodean en el sufrimiento de sus víctimas, supuestos enemigos “inventados” por su imaginación al servicio de sus intereses comerciales, armamentistas y consumistas..., sin pensar siquiera que “con la misma medida que miden, serán medidos”.

Así alimentan la amenaza global cada vez más cruel del terrorismo, que multiplica esa misma injusticia y crueldad contra multitud de inocentes.

¿Qué parte tenemos cada uno, cada nación, en tan cruel carrera de injusticia y muerte? ¿Nos pasa algo parecido en el hogar, en el trabajo, en los grupos?


I Timoteo 6,11-16


Pero tú, hombre de Dios, huye de todo eso. Procura ser religioso y justo. Vive con fe y amor, constancia y bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y por la que hiciste tu hermosa declaración de fe en presencia de numerosos testigos. Ahora te doy una orden en presencia del Dios que da vida al universo entero, y de Cristo Jesús, que dio su magnífico testimonio ante Poncio Pilato: guarda el mandato, presérvalo de todo lo que pueda mancharlo o adulterarlo hasta la venida gloriosa de Cristo Jesús, nuestro Señor. A su debido tiempo Dios lo manifestará, el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver, a él honor y poder por siempre jamás.


San Pablo exhorta a Timoteo a huir del orgullo, de la ambición, de la corrupción, de la mentira, de la avaricia, raíz de todos los males. Y le sugiere los medios para lograrlo: Ser religioso y justo; vivir con fe, amor, constancia y bondad; combatir por la fe y así conquistar la vida eterna.

Ser religioso y vivir con fe equivale a vivir de cara a Dios, pendientes de su voluntad y conscientes de su presencia amorosa y generosa.

Combatir por la fe para conquistar la vida eterna consiste en luchar con Cristo resucitado por los valores de su reino, por los cuales se encarnó, nació, vivió, trabajó, luchó, sufrió, murió y resucitó: la vida y la verdad, el amor y la libertad, la justicia y la paz, el sentido de la vida y la alegría de vivir y de morir para resucitar como él para la gloria eterna. Lucha que empieza por casa, o se reduce a una farsa.

Nadie es incapaz de vivir la fe y de luchar por esos bienes, en la seguridad de la victoria junto con el Resucitado. Pero esa fe hay que pedirla y cultivarla día a día.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, September 23, 2007

BUENOS ADMINISTRADORES DE LO NUESTRO

BUENOS ADMINISTRADORES DE LO NUESTRO

Domingo 25º tiempo ordinario - C / 23-9-2007

Dijo Jesús a sus discípulos: El que es digno de confianza en cosas de poca importancia, será digno de confianza también en las importantes; y el que no es honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas grandes. Por lo tanto, si ustedes no son dignos de confianza en manejar el sucio dinero, ¿quién les va a confiar los bienes verdaderos? Y si no se han mostrado dignos de confianza con cosas ajenas, ¿quién les confiará los bienes que son realmente suyos? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque necesariamente rechazará a uno y amará al otro, o bien será fiel a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. (Lucas 16,10-13).

Los bienes materiales: dinero, posesiones, carrera, puesto de trabajo, cualidades y capacidades, son bienes mínimos frente a los bienes eternos. Pero la buena administración de eso poco nos hace dignos de gozar lo máximo en la eternidad. Los bienes temporales valen cuanto vale el amor con que se administran y se comparten.

Se dice que con dinero se puede comprar todo. ¿Todo? Con dinero se puede comprar una casa, pero no el calor de un hogar; un placer, pero no el amor; una compañía, pero no una amistad; un libro, pero no la sabiduría; una medicina, pero no la salud; una droga, pero no la paz; la comida, pero no la vida; un reloj, pero no el tiempo; una golosina, pero no el aire que respiramos; una luz, pero no el sol; un crucifijo, pero no la fe; una tumba en el cementerio, pero no un puesto en el cielo; un amuleto o un ídolo, pero no al Dios verdadero.

Los más grandes bienes y la verdadera felicidad no se compran con dinero. Pero Dios nos regala cada día eso que no podemos comprar, y que tal vez no se lo agradecemos ni de palabra y menos con la vida y el compartir con los necesitados, olvidando que agradecer y compartir es la mejor manera de que Dios nos los multiplique y conserve, nos dé el ciento por uno en esta vida y luego la vida eterna.

Los bienes materiales también están entre los dones que Dios ha creado para todos, con el fin de que todos puedan llevar una vida humana digna, colaborar en la salvación de los demás, y así vivir felices en este mundo y merecer nuestra salvación.

Pero el dinero se convierte en ídolo sucio y destructor cuando se busca por sí mismo y para sí mismo, excluyendo a otros -personas y pueblos- en la pobreza y el hambre. La cantidad de pobres es la medida del fracaso de los sistemas económicos y militares, de la falsa solidaridad y de la globalización egoísta de la riqueza.

San Juan Bosco decía: “Quien nada en la abundancia, pronto se olvida de Dios”. Es un hipócrita el rico que nada en abundancia y se cree religioso porque dobla la rodilla ante Dios, pero no se inclina ni abre el corazón ante el sufrimiento de los hijos de Dios.

“Quien tiene mucho, es rico; quien necesita poco, es más rico; quien comparte todo, es el más rico”. Nacimos para compartir, para ser felices haciendo felices a los demás, compartiendo con los ellos incluso sus sufrimientos y los nuestros.

Vale la vida usar la sabiduría, la sagacidad y la inteligencia previsora en la administración de lo poco que somos, tenemos y amamos. La felicidad que se pretende encontrar en el lujo y en la abundancia, sólo se consigue en el compartir. Se perderá todo lo que se haya disfrutado con egoísmo excluyente, pues “¿qué le importa al hombre ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo?”

Quien comparte sus riquezas materiales, humanas y espirituales, es acreedor a la bienaventuranza de Jesús: “Felices los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”. No es posible casar el amor y adoración a Dios con el disfrute egoísta, idolátrico de las riquezas.

Que Dios nos conceda la bendición de saber si estamos sirviéndolo a El o al dinero, y nos conceda la valentía de servirle a él, poniendo el dinero al servicio del bien, de la vida y de la felicidad ajena, para así conquistar la felicidad temporal y eterna.

No es de cristianos gastar más en cuidar un perro o en juegos de azar que en ayudas a los necesitados.

Amós 8, 4-7

Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. Ustedes dicen: «¿Cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el sábado, para dar salida al trigo? Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar; compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos del trigo». El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones.

Esta profecía de Amós es totalmente actual, pues la explotación de los débiles y pobres de hoy es mucho más amplia, refinada y corrupta que en aquellos tiempos. Quien tiene dinero, impone sus leyes en el comercio, en la política, en el gobierno, en la comunicación, en el trabajo, en la medicina, en la diversión... y hasta en la religión.

Pero Dios jura también hoy: “Jamás olvidaré ninguna de sus acciones” perversas. El daño hecho a los pobres y débiles, se volverá multiplicado contra los causantes de ese daño. Terrible voz de alerta para no formar parte del inmenso grupo de explotadores y corruptos, a la vez que les tenemos compasión y pedimos por su conversión.

No es nada fácil librarse de fascinación por el dinero. Se necesita un gran esfuerzo, pero es absolutamente necesario, pues si no dominamos el dinero, seremos dominados por él; pervertirá nuestra vida cristiana con la hipocresía, y seremos cómplices de un mundo injusto y corrupto, cuyos únicos valores son los que rentan dinero, y sin otra alternativa que la lucha encarnizada con incontables vencidos y muertos…

¡Dios nos libre de tan fatal complicidad! Y nosotros luchemos en serio por librarnos.

Timoteo 2, 1 - 8

Querido hijo: Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre Él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Éste es el testimonio que Él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento. Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.

La recomendación de san Pablo a orar por todos los hombres, y en particular por las autoridades, responde a los dichos bíblicos: “Dios quiere que todos los hombres se salven”; “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.

Si ni siquiera los malos gobernantes, los corruptos, asesinos, violadores… están fuera de la voluntad salvadora de Dios, tampoco pueden caer fuera de nuestra oración.

Todos somos responsables, junto con Cristo, de la salvación de todos los hombres, ofreciendo, unidos a él, nuestras oraciones, acciones de gracias y cruces.

La oración y el sufrimiento ofrecido son medios a nuestro alcance para mover la omnipotencia de Dios a fin de que ilumine a los hacen tanto mal, reconozcan sus errores e injusticias, comprendan que sus caminos de perversión los llevan hacia una fatal infelicidad, a lo contrario de lo que buscan, y así se conviertan, mejoren su actuar.

Esa es nuestra mejor aportación para disminuir tanta maldad e injusticia y propiciar que podamos disfrutar de paz, progreso y bienestar, y llevar una vida religiosa y humanamente digna. Es la aportación que agrada a Dios, como dice san Pablo.

Siempre será más útil orar y ofrecer por quienes hacen el mal, que condenarlos, dejando a Dios el juicio condenatorio contra ellos o la misericordia para ellos. Al fin y al cabo, todos somos pecadores y necesitamos misericordia. Jesús nos dice: “No condenen y no serán condenados; sean misericordiosos y obtendrán misericordia ”.

Y no nos dejemos contagiar por tanta maldad como hay a nuestro alrededor.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, September 16, 2007

Reconciliación

Reconciliación

Domingo 24º tiempo ordinario- C / 16-9-2007

Lucas 15,1-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publícanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: Éste acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y vatras la descarriada, hasta que la encuentra? y, cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y va a los vecinos para decirles: "¡Alégrense conmigo; He encontrado la oveja que se me había perdido". Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a tas vecinas para decirles: "¡Alégrense conmigo! He encontrado la moneda que se me había perdido", Les digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. También les dijo: Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde". El padre les repartió los bienes. Pocos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, partió a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces a servir a casa de un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; pero nadie le daba de comer. Entonces recapacitó y se dijo: "¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre! Ahora mismo me pondré en camino, e iré a la casa de mi padre, y le diré; Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus trabajadores". Se puso en camino hacia donde estaba su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió y corrió a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. El hijo empezó a decirle: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus criados:" Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha vueltoa la vida, estaba perdido, y ha sido encontrado. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando, al volver, se acercaba a la casa, oyó la música y el baile y, llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo". Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba convencerlo. Y él replicó a su padre: "Mira; en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con prostitutas, haces matar para él el ternero más gordo". El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y lo hemos encontrado".

Éxodo 32,7-11.13-14

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: Anda, baja del monte, porque se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Muy pronto se han apartado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal fundido, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto". Y el Señor añadió a Moisés: Veo que este pueblo es un pueblo terco. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo. Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: ¿Por qué. Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo; el que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abraham, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: "Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a sus descendientes para que la posean por siempre". Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Timoteo 1,12-17

Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me ha fortalecido y me consideró digno de confianza al encomendarme este ministerio. A pesar de que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús. Pueden fiarse y aceptar sin reserva lo que les digo; que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por siempre. Amén.

Sunday, September 09, 2007

CALCULAR EN SERIO

CALCULAR EN SERIO

Domingo 23º tiempo ordinario- C / 9-9-2007

Caminaba con Jesús un gran gentío. Se volvió hacia ellos y les dijo: "Si alguno quiere venir a mí y no se desprende de su padre y madre, de su mujer e hijos, de sus hermanos y hermanas, e incluso de su propia persona, no puede ser discípulo mío. El que no carga con su propia cruz para seguirme luego, no puede ser discípulo mío. Cuando uno de ustedes quiere construir una casa en el campo, ¿no comienza por sentarse y hacer las cuentas, para calcular si tiene para terminarla? Porque si pone los cimientos y después no puede acabar la obra, todos los que lo vean se burlarán de él, diciendo: ¡Ese hombre comenzó a edificar y no fue capaz de terminar! (Lucas 14, 25 - 33).

Mucha gente va con Jesús, pero no todos lo siguen; no todos asumen su forma de vivir, de pensar, de amar y actuar, aunque la aprueben teóricamente. Muchos admiran sus milagros, su forma de vivir y de hablar…, pero no aceptan sus exigencias, porque prefieren una vida cómoda y una religión de apariencias.

Jesús no quiere que nos equivoquemos con la ilusión de conseguir la felicidad por un camino que lleva a la desdicha final. Cristo es el creador de nuestra vida, y el autor de todo lo que somos, tenemos, amamos y esperamos, la fuente de nuestra plenitud y felicidad en el tiempo y en la eternidad. Es el único que puede salvarnos del sufrimiento y de la muerte para darnos la felicidad sin fin que tanto ansiamos.

No hay esperanzas por encima de él, y no podemos suplantarlo en la vida por bienes o personas que él mismo nos ha dado, pero que son infinitamente inferiores a él. Nos lo da todo para alcanzarlo, no para oponernos a él y perderlo.

Cuidémonos en serio de no vender a Cristo y a nosotros mismos por unas monedas o por un poco de placer pasajero. Jesús nos dice: “Quien no está conmigo, está contra mí”. “Quien no me confiesa delante de los hombres, tampoco yo lo reconoceré delante de mi Padre”. Él pone las condiciones, no nosotros.

Preferirlo a todas las cosas y a la misma familia, es la máxima sabiduría y conquista. Porque es la única manera de amar de verdad a la familia, a nosotros mismos y las cosas. Así podremos disfrutar de todo eso con libertad y gozo en el tiempo y por toda la eternidad. De lo contrario, tarde o temprano, lo perderemos todo.

Sólo prefiriendo a Jesús, gozaremos en esta vida con profundidad y al ciento por uno lo que tenemos, somos y amamos, y él nos lo devolverá todo “al indefinido por uno” en la fiesta eterna, donde nos está preparando un sitio, que no podemos perdernos por ser pésimos calculadores. Esa pérdida constituiría el verdadero infierno.

Cargar la cruz tras él consiste en asociar a la suya las cruces inevitables que exige la vida honrada y cristiana, como condición esencial para colaborar con él en la salvación de los demás, y así lograr la resurrección y la felicidad eterna.

Por otra parte, cargar las cruces unidos a él es la única forma de que nos resulten más livianas y soportables, como él mismo nos dice: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”. “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. Pues él mismo nos ayuda a llevarla con esperanza de vida y felicidad.

“El reino de Dios sólo se gana con la violencia”, dice Jesús. Se entiende: con la violencia que exige renunciar a todo lo que impide vivir y crecer como personas libres, honradas y como hijos de Dios, que tienen un destino eterno con él.

El Evangelio es siempre una buena noticia, y como buena no puede amargar la vida a nadie, sino todo lo contrario: da paz, alegría y felicidad, incluso en el dolor. Y nos enseña a vivir con gratitud y orden los gozos que Dios nos da a través de las cosas y en las personas.

No es difícil amar a Jesús por encima de todo y de todos, si consideramos lo que representa en el tiempo y en la eternidad para nosotros y para quienes amamos.

Sabiduría 9,13 - 18

¿Quién, en realidad, podría conocer la voluntad del Señor? ¿Quién se apasionará por lo que quiere el Señor? La razón humana avanza tímidamente, nuestras reflexiones no son seguras, porque un cuerpo perecible pesa enormemente sobre el alma, y nuestra cáscara de arcilla paraliza al espíritu que está siempre en vela. Si nos cuesta conocer las cosas terrestres, y descubrir lo que está al alcance de la mano, ¿quién podrá comprender lo que está en los cielos? ¿Y quién podrá conocer tus intenciones, si tú no les has dado primero la Sabiduría, o no les has enviado de lo alto tu Espíritu Santo? Así fue como los habitantes de la tierra pudieron corregir su conducta: al saber lo que te agrada, fueron salvados por la Sabiduría.

La voluntad de Dios para cada uno de nosotros consiste en que logremos el éxito total y final de nuestra existencia terrena: la vida eternamente feliz con él a través de la resurrección. Y, por consiguiente, que echemos mano de los medios para alcanzarla: amarlo a él sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

En eso consiste la sabiduría de la vida que Jesús vino a enseñarnos y sigue enseñándonos por medio de su Espíritu Santo, que Dios da a quien se lo pide y se abre a él. De él nos viene la fuerza y la luz para corregir continuamente nuestra conducta de fáciles desvíos en el camino de la salvación.

Filemón 9b - 10, 12 - 17

Yo Pablo, ya anciano, y ahora preso por Cristo Jesús, te recomiendo a mi hijo Onésimo, a quien transmití la vida mientras estaba preso. Te lo devuelvo; recibe en su persona mi propio corazón. Hubiera deseado retenerlo a mi lado para que me sirviera en tu lugar mientras estoy preso por el Evangelio. Pero no quise hacer nada sin tu acuerdo, ni imponerte una obra buena, sino dejar que la hagas libremente. A lo mejor Onésimo te fue quitado por un momento para que lo ganes para la eternidad. Ya no será esclavo, sino algo mucho mejor, pues ha pasado a ser para mí un hermano muy querido, y lo será mucho más todavía para ti. Por eso, en vista de la comunión que existe entre tú y yo, recíbelo como si fuera yo mismo.

Filemón era un convertido por Pablo, y Onésimo era un esclavo de Filemón. A causa de algún problema serio con su amo, Onésimo huye a Roma, donde encuentra a Pablo, encarcelado, quien lo acoge como hijo y lo bautiza.

La huida de Onésimo, según la ley romana, le daba derecho a Filemón incluso de matarlo. Pero Pablo, apelándose a la fe de Filemón, - fe que a la vez es amor, o no es nada -, se lo devuelve convertido y bautizado, como hermano, condición que supera la de esclavo, aunque legalmente lo siga siendo. Pero el amor de Pablo por ambos logra el milagro de la fraternidad entre amo y esclavo.

Algo parecido podemos constatar en familias que tienen jóvenes o mujeres de servicio, y las sientan a comer en su misma mesa, les dan ejemplo de vida cristiana, las tratan con respeto y amor, conscientes de la igualdad como hijos del mismo Dios.

Pablo no condena la esclavitud, pero pone los fundamentos para eliminarla de raíz: la fe y el amor cristiano.

Fe y amor ausentes en familias o empresas que tratan a la servidumbre y a los empleados como seres inferiores, e incluso cometen abusos incalificables contra ellos, con sueldos de hambre, acosos y sometimiento incondicional; pero luego tal vez no faltan un domingo a misa, comulgan y se tienen por muy católicos.

Les vendrá muy bien considerar este ejemplo de Pablo y Filemón, y obrar en consecuencia, convirtiéndose a la verdadera fe y amor cristiano, de lo contrario esa fe aparente continuaría siendo una farsa fatal.

P. Jesús Álvarez, ssp.

Sunday, September 02, 2007

Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

Domingo 22º tiempo ordinario-C / 2-9-2007

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer; y ellos lo observaban atentamente. Notando que los invitados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te inviten a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan invitado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que los invitó a tí y al otro y te dirá: «Cédele a éste tu sitio». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto, para que,cuando venga quien te invitó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos». (Lucas 14,1. 7-14)

Eclesiástico 3,17-18. 20. 28-29

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad, y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porquees grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. No corras a curar la herida del orgulloso, pues la maldad echó raíz en él. El hombre inteligente medita los proverbios y el sabio anhela tener oídos atentos.

Hebreos 12,18-19. 22-24a

Ustedes no se han acercado a un monte que se puede tocar, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni han oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. En cambio ustedes se han acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial; a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos que han llegado ya a su perfección, y a Jesús, mediador de la nueva alianza.