ORA Y TRABAJA, TRABAJA Y ORA
Domingo XVI del Tiempo Ordinario - Ciclo “C” / 18 de Julio de 2010.
Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta nadaba afanosa con el servicio, hasta que se detuvo y dijo a Jesús: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola en los quehaceres domésticos? Dile que me ayude un poco. Pero el Señor le contestó: Marta, Marta, tú te inquietas y andas nerviosa con muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará. (Lucas 10,38-42).
Marta y María son símbolo de las dos expresiones inseparables de la vida cristiana: la oración y la acción. Si se las separa, se mueren ambas. Por eso es necesario ser “contemplativos en la acción y activos en la contemplación”.
Jesús no reprocha a Marta su actividad ni sugiere a María que basta la sola contemplación. A Marta le reprocha que ande más preocupada por la mesa para el Huésped que por el Huésped mismo. Y a María le asegura que está viviendo lo esencial, lo mejor, lo más necesario en la vida, que no pasará y nadie le quitará.
El evangelista no dice lo que sucedió después; pero seguro que María, y el mismo Jesús, terminado el almuerzo, se levantaron para ayudar a Marta a recoger la mesa y lavar los platos, y luego ambas se quedaron dialogando con Jesús en una prolongada sobremesa.
Contemplación y acción son los dos fundamentos de la vida cristiana, apostólica, misionera, consagrada, catequística, pastoral. Y se cae en la llamada “herejía de las obras” cuando se olvida lo fundamental: la unión real, afectiva con Cristo, el único que puede dar fuerza de salvación a la vida y a las obras.
Sobre las obras buenas, Cristo Pastor dijo muy claro: "Quien está unido a mí, produce mucho fruto; pero sin mí no pueden hacer nada" (Juan 15, 5).
A esta herejía aludía Jesús con la parábola de aquellos que, al final de la vida, pretendían entrar el reino de los cielos porque habían predicado, echado demonios y hecho milagros en su nombre, pero recibieron la fatal respuesta: No los conozco; aléjense, obradores de iniquidad. ¡Obras buenas convertidas en iniquidad por el egoísmo y el orgullo!
La “herejía de las obras” se da en la vida sin Cristo, por más que tenga todas las apariencias de vida cristiana. Toda la eficacia salvadora de nuestra vida y y obras viene de Dios, gracias a la unión con Cristo; la cual se logra mediante la oración asidua.
P. Jesús Álvarez, ssp.
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