Sunday, July 22, 2007

Escuchad la palabra del Señor

Escuchad la palabra del Señor

Domingo 16° del tiempo ordinario – C / 22-7-2007

En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. En cambio, Marta estaba atareada con todo el servicio de la casa; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me ayude». Pero el Señor le contestó: - «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán». Lucas 10, 38 - 42.

Génesis 18, 1-10.

En aquellos días, el Señor se apareció a Abraham junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de su carpa, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de su carpa y, postrándose en tierra, dijo: - «Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que se laven los pies y descansen junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que recobren fuerzas antes de seguir, ya que han juzgado oportuno pasar junto a su siervo». Contestaron:- «Esta bien. Puedes hacer lo que dijiste». Abraham entró corriendo en la carpa donde estaba Sara y le dijo:- «Date prisa, toma tres medidas de flor de harina, amásala y haz unos panes». Luego fue corriendo donde estaba el ganado, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también queso fresco, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron. Después le dijeron:- «¿Dónde está Sara, tu mujer?» Contestó: - «Aquí, en la carpa». Añadió uno:" «Cuando vuelva a ti, pasado el tiempo de su embarazo, Sara habrá tenido un hijo».

Colosenses 1, 24-28.

Me alegro de sufrir por ustedes; así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciarles a ustedes su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a su pueblo santo. A este pueblo ha querido Dios dar a conocer la gloria y riqueza que este misterio encierra para los paganos: es decir, que Cristo es para ustedes la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con lo mejor que sabemos, para que todos alcancen su madurez en Cristo.

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