Saturday, August 04, 2007

ACUMULAR PARA LA VIDA ETERNA

ACUMULAR PARA LA VIDA ETERNA

Domingo 18° Tiempo Ordinario – C / 5 agosto 2007

Uno de entre la gente pidió a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia." Jesús le contestó: "Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o partidor de herencias?" Después dijo a la gente: "Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, pues aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida." A continuación les propuso este ejemplo: "Había un hombre rico, al que sus campos le habían producido mucho. Pensaba: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mis cosechas. Y se dijo: ‘Haré lo siguiente: echaré abajo mis graneros y construiré otros más grandes; allí amontonaré todo mi trigo, todas mis reservas. Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes aquí muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, pásalo bien.’ Pero Dios le dijo: ‘¡Pobre loco! Esta misma noche te van a reclamar tu vida. ¿Quién se quedará con lo que has preparado?’ Esto vale para toda persona que amontona para sí misma, en vez de acumular para Dios." Lucas 12,13-21

Jesús no vino para resolver conflictos económicos, sino para enseñarnos a vivir de manera que logremos la salvación eterna con todos los medios a nuestro alance, recibidos como ayuda para nuestra salvación y la de otros.

El rico necio de la parábola cree que la felicidad está en lo que tiene. Pero no se da cuenta de que su felicidad es tan frágil, que ese mismo día la pierde toda y para siempre.

No es malo tener bienes; lo malo está en adquirirlos mal y acumularlos sólo para sí mismo, haciéndose esclavo de ellos, en lugar de ponerlos al servicio de valores más altos, usarlos y administrarlos para producir también a favor de los demás, con ayudas e iniciativas que mejoren las condiciones de vida de los otros.

La desgracia consiste en que las riquezas posean a quienes las idolatran, y a ellas inmolan familia, amistad, y la misma vida. Así convierten los medios en fin, juntando una economía próspera con una vida en quiebra. ¡Qué fatal necedad!

Las riquezas y bienes materiales son un constante peligro para la vida de fe y para la comunidad cristiana, en cuanto que el afán de riquezas las convierte en ídolos que suplantan a Dios y al prójimo. Ese es el peligro que acecha de continuo a quienes poseen riquezas, y ponen en ellas su vida, siendo así que la vida está sólo en las manos de Dios. Todos los bienes del mundo no salvan de la muerte.

Por eso se ha de tomar la decisión firme de usar los bienes y las riquezas con la finalidad precisa de conseguir la vida eterna mediante obras de bien. Hay que acumular obras buenas en el banco del paraíso, donde nadie puede robar y donde producen intereses eternos. De lo contrario, se llega a lo que más se teme: la infelicidad y la muerte, en vez de la felicidad y la vida eterna.

Y cuando hablamos de bienes, nos referimos también a prestigio, profesión, cultura, salud, saber, inteligencia, capacidad de amar, etc. Que si no sirven para la salvación, al final no nos sirven para nada o para la ruina eterna, mientras van a para en manos tal vez de quienes se lo pasan en grande a costa de lo que quizá se ha ganó y ahorró con duro trabajo y privaciones.

Necesitamos descubrir y vivir el verdadero sentido de todo lo que Dios pone a nuestra disposición, a fin de que nos sirva para nuestro verdadero destino: la gloria en la casa eterna de nuestro Padre Dios, donde la riqueza es inmensa.

Eclesiastés 1,2. 2,21-23

¡Vanidad, pura vanidad! – dice el sabio Qohélet - . ¡Vanidad, pura vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.

El sabio Qohélet ha intentado con esfuerzo todas las experiencias posibles en busca de la felicidad y del sentido pleno de la vida. Pero debe concluir que, en este mundo, todo es vanidad, todo se esfuma en esta pobre vida al estrellarse contra el muro de la muerte.

Triste realidad cuando se subordina el ser al tener y al disfrutar, pues entonces se puede tener mucho, pero sin ser nadie. Decía un amigo fallecido joven: “He visto a un rico tan pobre, tan pobre, que sólo tenía dinero”.

Gran vanidad es vivir la vida sin sentido eterno, al permitir que sea sofocado por los bienes materiales y los placeres frenéticos, lo cual acaba en una autocondena eterna.

Jesús nos advierte: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo?” La vida sin proyección de eternidad se convierte en tiempo vacío. Pero la vida en unión con Cristo, se hace tiempo fecundo en vida eterna.

La mejor manera de disfrutar de la vida, consiste en vivirla con gratitud hacia Quien nos la dio y en el orden por él establecido, para hacerla camino y anticipo de la felicidad eterna.

Colosenses 3,1-5. 9-11

Si han sido resucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Preocúpense por las cosas de arriba, no por las de la tierra. Pues han muerto, y su vida está ahora escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste el que es nuestra vida, también ustedes se verán con él en la gloria. Por tanto, hagan morir en ustedes lo que es "terrenal", es decir, libertinaje, impureza, pasión desordenada, malos deseos y el amor al dinero, que es una manera de servir a los ídolos. No se mientan unos a otros: ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus vicios y se revistieron del hombre nuevo que no cesa de renovarse a la imagen de su Creador, hasta alcanzar el perfecto conocimiento.

Estar resucitados con Cristo consiste en vivir unidos a él, que es el Resucitado, el hombre nuevo por excelencia. Y esta posibilidad de vida nueva, resucitada en Cristo, está a nuestro alcance, a la mano, garantizada por la palabra infalible del mismo Jesús: “Yo estoy con ustedes todos los días”.

Lo decisivo es que nosotros le demos su espacio en la vida, dejando todo lo que nos impida estar con él y triunfar con él sobre la muerte. Y hay que empezar por cuestionarnos el dar por supuesto que ya estamos de seguro con él. Porque es muy fácil ser “cristianos sin Cristo”, cristianos de sólo nombre, sin interés por la felicidad eterna.

Somos cristianos sólo si vivimos como tales: personas afectiva y efectivamente unidas a Cristo. Así como somos verdaderos hijos de Dios sólo si vivimos como tales.Las cosas de arriba tienen como centro a Cristo resucitado, presente y operante. Por su triunfo sobre la muerte mediante la resurrección, todo lo terreno y humano positivo adquiere sentido de eternidad gloriosa, en conformidad con la promesa de Jesús: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”. Se entiende: fruto de vida y gloria eterna.

P. Jesús Álvarez, ssp.

No comments: