Sunday, August 15, 2010

MARÍA, NUESTRA MADRE, NOS PRECEDIÓ

MARÍA, NUESTRA MADRE, NOS PRECEDIÓ

Domingo XX - Asunción de María - Ciclo “C” / 15 de Agosto de 2010.

En aquellos días, Maria de puso en camino y fue de prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarias y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de Maria, saltó la criatura en su vientre. Se lleno Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿ Quien soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura salto de alegría en mi vientre. Dichosa tu, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Maria dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia – como lo había prometido a nuestros padres- a favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Maria se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa. Lucas 1,39-56.

Santa Isabel ensalzó a la Virgen María por el prodigio realizado en ella: la encarnación del Hijo de Dios, el Salvador del mundo; y Dios la ensalzó a los cielos porque haber creído en el mensaje del ángel sobre la promesa de la salvación universal por obra de su Hijo; por haberle dado la vida humana y haber compartido con él las alegrías y las penas, las persecuciones y la pasión.

Y nosotros ensalzamos con toda justicia a la Virgen María en la fiesta de la Asunción, en sintonía con el mismo Dios que la elevó a la gloria del cielo en premio de su fe y de su fidelidad; la hizo reina de cielos y tierra, y madre de la misericordia.

Amar y celebrar a María no supone disminuir al Hijo. Quien ama al Hijo, ¿cómo podrá no amar a su Madre? Y quien considera a la Madre, no aprecia ni ama de verdad al Hijo.

Los católicos no ponemos a María a la par o por encima de Jesús: no le damos un culto de adoración que sólo a Dios se debe, sino un culto de veneración. Quienes la adorasen como se adora a Dios, ofenderían a la Trinidad y a la misma Virgen María.

Hoy es un día especial para felicitar a nuestra Madre María por el triunfo que Jesús le concedió sobre la muerte y por el aniversario de su nacimiento a la gloria eterna. Y es día para felicitarnos también a nosotros, porque su Asunción es la garantía de lo que Dios quiere y tiene preparado para nosotros.

El destino definitivo de nuestro cuerpo no es el sepulcro ni una absurda reencarnación indefinida. Del cuerpo físico Dios hará surgir milagrosa y súbitamente un cuerpo glorioso a semejanza de la semilla que se pudre en parte bajo tierra para dar vida a una planta muy superior a la semilla.

Maria engendró al Hijo de Dios, que hizo posible en ella lo humanamente imposible. Y desde entonces los hombres podemos trabajar esperanzados por lo que parece imposible, pero que es necesario: la solidaridad y fraternidad universal, la salvación, la resurrección y la gloria, y unidos al Resucitado como María.

La devoción a María consiste en imitarla, estarle agradecidos, amarla e invocarla, porque ella fue llamada a colaborar directamente con su Hijo en la obra de nuestra salvación, y subió al cielo para continuar esa obra desde allí con su intercesión. Y nosotros estamos llamados a imitarla en la obra de la salvación propia y ajena.

P. Jesús Álvarez, ssp.

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