Sunday, December 18, 2005

JESÚS SIGUE NACIENDO


JESÚS SIGUE NACIENDO

Domingo 4° Adviento – b / 18-dic. 2005

Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás." María entonces dijo al ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?" Contestó el ángel: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible." Dijo María: "Yo soy la servidora del Señor: hágase en mí tal como has dicho." Después la dejó el ángel. Lc 1, 26-38

En un rincón ignorado por el mundo de entonces, en el seno de una jovencita insignificante, el Mesías asumía la vida mortal para hacer eterna nuestra vida temporal. Este hecho desconocido iba a cambiar para siempre la historia de la humanidad.

La jovencita María estudiaba y vivía cuanto en las Escrituras se refería a la venida del Mesías prometido. Anhelaba e imploraba su pronta llegada, pero nunca habría soñado ser ella la madre del Salvador. Y en esto el Ángel le anunció que Dios se había fijado en ella para hacerla madre del Mesías Salvador que pedía y esperaba.

María se quedó perpleja, pues la propuesta no cuadraba con su proyecto de vida virginal, totalmente consagrada a Dios para entregarse como servidora a plena disposición del Mesías, cuya venida ella esperada como inminente, igual que todo el pueblo sometido a la dura dominación romana.

Pero María, valiente y humilde, pidió explicaciones al Ángel, quien le había dicho que se alegrara. Ahora la tranquilizaba respecto a su virginidad, aclarando que el Dios del amor omnipotente la había elegido para ser la madre virgen del Mesías.

María aceptó y se llenó de júbilo, porque Dios añadía a su virginidad el incomparable privilegio de la virginal maternidad del Dios-con-nosotros.

Así la virginidad y la maternidad virginal ponían en marcha el proyecto de salvación a favor de su pueblo y de todos los pueblos. Ese día se concretó el amor salvífico de María por nosotros, y luego, al pie de la cruz, nos engendró con Cristo para la vida eterna.

En un mundo que ha elegido el odio y la muerte, estamos llamados a vivir en el amor y dar un sí a la vida, a imitación de María, hasta cuando nos toque entregar la existencia temporal en la espera de recibir a cambio la resurrección y la vida eterna, que es eterna fiesta navideña.

Cada cristiano, para serlo de verdad, tiene que acoger con alegría en su vida al Salvador, Cristo resucitado, para ofrecerlo a los demás, como María. Nos salvaremos ayudando a otros a conocer al único Salvador y a gozar de su salvación.

2 Samuel 7, 1-5. 8-12. 14. 16

Cuando David se estableció en su casa y el Señor le dio paz, librándolo de todos sus enemigos de alrededor, el rey dijo al profeta Natán: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios está en una tienda de campaña». Natán respondió al rey: «Ve a hacer todo lo que tienes pensado, porque el Señor está contigo». Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: «Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que Yo la habite? Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti. Yo haré que tu nombre sea tan grande como el de los grandes de la tierra. Fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será perturbado, ni los malhechores seguirán oprimiéndolo como lo hacían antes, desde el día en que establecí Jueces sobre mi pueblo Israel. Yo te he dado paz, librándote de todos tus enemigos. Y el Señor te ha anunciado que El mismo te hará una casa. Sí, cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, Yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre».

Dios nunca se deja vencer en generosidad. David quiere “hacer un favor” a Dios, pero Dios corresponde a ese deseo de David con un inmenso favor: dar a su casa una duración eterna al nacer de su descendencia el Mesías, aunque no sea David quien edifique el templo a Dios, sino su hijo Salomón.

Por lo demás, Dios prefiere la tienda movible y no ser encerrado en un templo inamovible: quiere estar con el hombre allí donde este se encuentre, para hacerse él mismo patria del hombre.

La casa que Dios le construirá a David será al fin el templo preferido de Dios en todo el mundo: Jesús, quien se califica a sí mismo como templo: “Destruyan este templo, y en tres días yo lo reedificaré”. Jesús es la Luz del mundo y va al frente de su pueblo guiando su caminar hacia la luz eterna, plenitud de la promesa de Dios.

Jesús es el Dios-con-nosotros, templo, víctima y altar. Pero él, a su vez, tiene un templo preferido por encima de todo templo-construcción: el templo-hombre. “Si alguien me ama, lo amará mi Padre, y vendremos a morar en él”. ¡Inmensa dignidad del hombre e inaudita dignación de Dios!

Romanos 16, 25-27

Hermanos: Gloria a Dios, que tiene el poder de afianzarlos, según la Buena Noticia que yo anuncio, proclamando a Jesucristo, y revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad y que ahora se ha manifestado! Este es el misterio que, por medio de los escritos proféticos y según el designio del Dios eterno, fue dado a conocer a todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe. ¡A Dios, el único sabio, por Jesucristo, sea la gloria eternamente! Amén.

Deberíamos alegrarnos y agradecer a Dios sin descanso el que nos haya concedido vivir en la época de Jesús, en quien se ha revelado y se realiza la plenitud del misterio de la salvación de Dios. Misterio oculto antes de la venida de Jesús.

A esta realidad sólo podemos y debemos corresponder con una fe viva en la presencia del Resucitado en nuestras vidas y en el mundo: “Estoy con ustedes todos los días”, y vivir en permanente alabanza, con una gratitud hecha obediencia, a imitación de la obediencia de Jesús, entregado a la liberación y salvación del hombre.
P. Jesús Álvarez, ssp

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