Sunday, November 23, 2008

SIN OBRAS DE AMOR, NO HAY SALVACIÓN


SIN OBRAS DE AMOR, NO HAY SALVACIÓN


Fiesta de Cristo Rey – A / 23-11-2008


Dijo Jesús: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de gloria, que es suyo. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los chivos. Colocará a las ovejas a su derecha y a los chivos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y fueron a verme." Entonces los justos dirán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” El Rey responderá: "En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí." Dirá después a los que estén a la izquierda: "¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron." Estos preguntarán también: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?" El Rey les responderá: "En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí. Y éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna." (Mateo 25,31-46).


A ningún líder religioso se le ha ocurrido jamás pronunciar un discurso como este de Jesús, cuyo tema es su identificación con el prójimo necesitado y débil. Sólo un Dios Amor hecho hombre puede expresarse así. Bastaría esta página para demostrar la divinidad de Jesús y su investidura como Rey eterno del universo visible e invisible.


El reino de Cristo Rey se construye a base de obras de misericordia corporal, moral, afectiva, psicológica, familiar, eclesial, social, espiritual... Todo lo demás, incluidos los sacramentos, sin el “sacramento del amor al prójimo”, no nos dan derecho a entrar en el reino temporal y eterno de Cristo Rey. No se acoge a Cristo en los sacramentos si no se lo acoge con amor en el prójimo.


Al final de esta vida seremos examinados sobre las obras concretas de amor al prójimo. No podemos vivir en la mediocridad, en el egoísmo, en la indiferencia frente al que está necesitado de mil maneras: sería exponernos a la maldición eterna.


Prepararse para la muerte, mejor dicho: para la resurrección y la vida eterna, es prepararse para el encuentro con Cristo Rey glorioso, que nos juzgará sobre el amor y la fe demostrados en obras concretas de misericordia con los necesitados.


Es significativo que Jesús no haga aquí alusión alguna a las prácticas de culto, pues el culto fundamental a Dios es el amor al prójimo expresado en las obras reales de misericordia, sin las cuales todo otro culto resulta estéril, y hasta escandaloso.


Un teólogo dice que ésta es “la página más laica del Evangelio”, “el evangelio de los que no conocen a Dios”, pero que se dedican al bien del prójimo, empezando por la familia y continuando por el amor al pueblo, a la nación, al mundo.


Y son multitud fuera de la Iglesia institucional, que ni siquiera han oído hablar de Cristo, pero son por él reconocidos, los sostiene y los acoge en su reino, gracias a la práctica del “sacramento del prójimo necesitado”. Pero este sacramento, para el cristiano, no excluye, sino que incluye los otros; como tampoco excluye, sino que incluye, el esfuerzo y la consagración a la salvación de los hombres, que es la máxima obra de misericordia.


Ezequiel 34, 11-12. 15-17


Así habla el Señor: ¡Aquí estoy Yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar -oráculo del Señor-. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y sanaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia. En cuanto a ustedes, ovejas de mi rebaño, así habla el Señor: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y chivos».


En la Biblia el pastor evoca a una persona cercana, cariñosa, que ayuda, defiende, cuida, cura, va delante como Rey-Pastor que guía hacia verdades y valores de su reino de vida y verdad, de justicia, de amor y paz. Él nos guía hacia la “tierra prometida”, la vida eterna.


Pero puede haber pastores que se apacientan a sí mismos a costa de las ovejas que les han sido encomendadas. Son más funcionarios que seguidores de Jesús, y más que señalar a Jesús, lo suplantan poniéndose a sí mismos en su lugar. Y son causa de muchos males que sufren las ovejas. Mas la amenaza de Dios contra los malos pastores es terrible: “¡Ay de los pastores que se apacientan a sí mismos!” Pidamos por su conversión.


Sin embargo, no debe embargarnos el desaliento por causa de algún mal pastor, pues Dios mismo en persona se ocupará de su rebaño. Y lo hace directamente por medio de su Hijo, el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a él, que las guía hacia buenos pastos y “da la vida por ellas”, por cada uno de nosotros.


Nuestra fe cristiana no se fundamenta en los pastores humanos, buenos o malos, sino en Cristo Rey y Buen Pastor, que nos asegura: “Yo estoy con ustedes todos los días”, y sólo espera que nosotros queramos estar con él para llevarnos a los buenos pastos de su paz, palabra, de su eucaristía, de su alegría, de la vida eterna. Y además nos dará buenos pastores si los pedimos, los merecemos y agradecemos.


1 Corintios 15, 20-26. 28


Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos; luego, aquellos que estén unidos a Él en el momento de su venida. En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte. Y cuando el universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a Aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.


Cristo es el primer resucitado para tomar posesión, como Rey universal, de toda la creación, sometida al pecado y a la muerte. Por su presencia resucitada se hace conductor y protagonista de la historia, y la va orientando misteriosamente hacia su final glorioso, cuando se manifestará abiertamente su triunfo redentor sobre el pecado y la muerte, los peores enemigos del hombre. A este triunfo asociará a todos los que se unan a él.


No sólo el hombre será resucitado, sino también toda la creación, que “está gimiendo con dolores de parto” para dar a luz “un mundo nuevo y una tierra nueva”, “donde Dios será todo en todos”. La resurrección es lo máximo a que puede aspirar el hombre, y el Resucitado la dará a todo el que lo acoja en su vida y persona: “A quienes lo reciban, les dará el ser hijos de Dios”.


P. Jesús Álvarez, ssp.

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