Sunday, April 23, 2006

RESURRECCIÓN Y MISERICORDIA

RESURRECCIÓN Y MISERICORDIA

Domingo 2° de Pascua – a / 23-04-2006


Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!" Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también." Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo: a quienes perdonen sus pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos." (Jn 20,19-31).

Nadie fue testigo de la resurrección, excepto los guardias que custodiaban el sepulcro. Pero estos, sobornados con fuertes sumas de dinero, aseguraron que “los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús mientras ellos dormían”. Si dormían, ¿cómo pudieron ver el robo?


Curiosamente, María Magdalena, al ver el sepulcro vacío, también dijo que “se habían llevado el cuerpo del Señor”. No creía en la resurrección de Jesús. Y todos los discípulos se resistieron a creer antes de ver; y cuando la mayoría creyó por haber visto, Tomás los tachó a todos de visionarios, hasta que vio a Jesús en persona que, con las puertas cerradas, entró a la sala donde estaban. Y Jesús nos declaró dichosos: “Felices los que crean sin haber visto”.

El hecho de que los mismos discípulos se hayan resistido a creer la resurrección de Jesús y terminaran creyendo, confirma la verdad de la misma. Luego fueron testigos de al menos ocho apariciones de Jesús resucitado durante los cuarenta días que precedieron a la ascensión, narrados en libros históricos por varios de esos testigos directos, presenciales.

Sin embargo, al estilo de los guardias del sepulcro de Jesús, hay quiénes siguen ingresando cantidades astronómicas por la venta de novelas y la exhibición de películas que niegan la resurrección de Cristo: Código Da Vinci , Santo Grial, El Cuerpo, el Evangelio de Judas, muy posteriores, incluso de siglos, a la resurrección. Todos ellos son historia-ficción (ciertos como documentos, pero falsos en su contenido) que pretenden eclipsar los escritos de los testigos presenciales de Jesús: los evangelios de san Mateo y de san Juan, compañeros de Jesús; el de san Marcos, intérprete de san Pedro; el de san Lucas, que recoge la predicación de san Pablo –quien recibió su evangelio directamente de Jesús resucitado-. San Lucas escribió también los Hechos de los Apóstoles, cuyo mensaje es la Resurrección, o mejor dicho: Jesús resucitado, que aseguró: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Todas esas creaciones son obra de sectas adversas al cristianismo y a la Iglesia; pero muchos cristianos y católicos, en lugar de leer los Evangelios, se tragan esas fábulas como verdaderas, quizá con la ilusión inconsciente de esquivar la cruz que lleva a la resurrección y que nos libera de vivir y morir como simples animales destinados al matadero, cegados por el disfrute idolátrico del placer, del poder y de la plata, negándose a creer que Cristo resucitado tiene el poder de “transformar nuestro pobre cuerpo en cuerpo glorioso como el suyo”.

Los soldados creyeron en la resurrección porque la presenciaron, pero la negaron por dinero; y los jefes religiosos, por conveniencia, se cerraron a la verdad contada por los soldados. Creer en la resurrección como hecho histórico, importa poco. Pero creer y vivir en Cristo resucitado presente cambia totalmente la vida: nos hace cristianos, imitadores suyos.

La experiencia de Jesús Resucitado, presente entre nosotros y en nosotros, es la fuente de la paz, de la alegría de vivir y de la fortaleza en la lucha, las dificultades y sufrimientos de la existencia. Y también nos da la alegría de morir, porque la muerte ha sido convertida por Cristo en puerta de nuestra resurrección. Sabemos que viviendo unidos al Resucitado, tenemos asegurada la victoria sobre el pecado, sobre el sufrimiento, el mal y la muerte; victoria total por la resurrección, la vida y gloria eternas.

En el evangelio se narra cómo Jesús resucitado les da la paz a sus discípulos y les transmite el poder de perdonar los pecados: “A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados”. A pesar de que es un poder exclusivo de Dios, como lo afirmaban los mismos fariseos, que al oír a Jesús decir: “Tus pecados te son perdonados”, protestaban: “Este blasfema, pues sólo Dios puede perdonar los pecados”. Fue uno de los pretextos para matarlo.

San Pablo condiciona el perdón de los pecados a la Resurrección de Jesús: “Si Cristo no hubiera resucitado, seguiríamos en nuestros pecados”, pues sólo él, por ser Dios, puede perdonar, también cuando se sirve de sus ministros, los sacerdotes, que absuelven del pecado en su nombre, mediante el entrañable sacramento del perdón, que es una fiesta.

En la perspectiva del perdón, el calendario litúrgico de la Iglesia ha establecido en este domingo la “Fiesta de la Misericordia”, según le pidió el mismo Jesús, el 22 de febrero de 1931, a santa a Faustina Kowalska (canonizada por Juan Pablo II en el 2000):

“Deseo que el primer domingo después de Pascua de Resurrección se celebre la Fiesta de la Misericordia”. “Ese día están abiertas las entrañas de mi misericordia. Quien se confiese y reciba la santa Comunión, obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas”. “Cuanto más grande sea el pecador, tanto mayor es el derecho que tiene a mi misericordia”. ¡Inaudita paradoja del amor misericordioso de nuestro Salvador, que pagó por nuestros pecados!

Jesús le dijo también en la aparición a santa Faustina: “Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en ti confío… Prometo que quien venere esta imagen, no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los poderes del mal, y sobre todo a la hora de la muerte”.

Otra petición de Jesús a la santa: “Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo para con los pecadores. Que el pecador no tenga miedo de acercarse a mí... La desconfianza de los hombres desgarra mis entrañas. Y más aun me duele la desconfianza de los escogidos; a pesar de mi amor inagotable, no confían en mí”. Y le mandó escribir: “Antes de venir como el Juez Justo, vengo como el Rey de la Misericordia”.

Le sugirió también esta jaculatoria por la salvación propia y ajena: “Oh Sangre y Agua que brotasteis del Corazón de Cristo como una fuente de misericordia para nosotros, en vos confío”.

En otra revelación Jesús le dijo: “Quien confía en mi misericordia, no perecerá, porque todos sus asuntos son míos y los enemigos se estrellarán contra el escaño de mis pies”. “Nadie queda excluido de mi Misericordia”.


Rosario de la Misericordia

Este rosario se lo enseñó Jesús a santa Faustina Kowalska, con la promesa explícita de que “quienquiera que lo rece, recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se lo recomendarán a los pecadores como última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si reza este rosario una sola vez, recibirá la gracia de mi Misericordia infinita. Deseo que el mundo entero conozca mi Misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a quienes confíen en mi Misericordia”.

Esta coronita consiste en rezar con fe, al empezar, un Padrenuestro, Avemaría, Gloria al Padre y el Credo, y a continuación 5 decenas precedidas de la jaculatoria: “Padre eterno, yo te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero”; y seguido se repite 10 veces la invocación: “Por su dolorosa pasión, ten compasión de nosotros y del mundo entero”. Al final de cada decena –y antes de “Padre eterno, yo te ofrezco…”- se dice 3 veces: “Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten compasión de nosotros y del mundo entero”.

P. Jesús Alvarez, ssp.

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